Los intentos de reformar la Iglesia Católica no comenzaron con Martín Lutero, quien no obstante fue uno de los portavoces más importantes de la Reforma. La Reforma tuvo varios precursores, entre ellos algunos movimientos religiosos acusados de ser herejías por las Iglesia Católica. Entre estos movimientos de exhortación al cambio entre las instituciones religiosas cristianas estaban los cataristas, los valdenses, los lolardos y los husitas, entre otros. Tomados en conjunto estos movimientos proponían y defendían varias cosas.
Primero, proponían cambios en la institución de la religión, es decir, cambios en los patrones organizados y comportamientos centrados en las necesidades espirituales de la cristiandad. Por ejemplo, eran críticos de la organización social de la Iglesia, de la alta jerarquía eclesiástica, y, particularmente, de la autoridad del Papa.
Segundo, planteaban una redefinición profunda de lo sagrado y de lo profano. Por ejemplo, en los Artículos de Praga, los husitas exigían el reconocimiento de: la comunión bajo las dos especies (los comulgantes debían comer la hostia y beber el vino), la libertad de predicación, la pobreza de los eclesiásticos y el castigo de los pecados mortales sin distinciones según el rango o nacimiento del pecador.
Tercero, planteaban una redefinición de la relación entre el individuo y la institución de la religión. Esto representa un reto a la influencia dinamogénica de la Iglesia. Ante su capacidad para dominar a los individuos y encausar sus aptitudes, capacidades e interpretaciones, inclusive su lectura de la Biblia, los “herejes” apostaban a la capacidad individual, a la capacidad de cada uno para dirigir su vida espiritual sin la intervención de las autoridades papales y eclesiásticas.
Cuarto, los herejes hacían un llamado a reconsiderar la organización social de la sociedad europea medieval y renacentista. Los herejes se identificaban con los pobres y marginados. Algunos, como los husitas, y como indique previamente, hasta reclaman igualdad en los castigos por lo pecados cometidos. Algunos inclusive apoyaban el ideal de la pobreza evangélica, la que asociaban con Jesús. Otros promovían lo que Mario R. Cancel llama un comunismo evangélico.
Por supuesto, estos “herejes” no fueron los únicos precursores de la Reforma Protestante. También los fueron varios intelectuales, muchos de ellos religiosos, de la era renacentista, entre ellos, Girolamo Savoranola, Erasmo, Luis Vives, y Tomas Moro, ligados al Humanismo. Para mas sobre ellos véase las entradas anteriores de Mario R. Cancel sobre el Medioevo y el Renacimiento.
La Reforma Protestante: Unos comentarios iniciales
Como parte del movimiento de Reforma Protestante, y como señalé antes, varios intelectuales, religiosos y seculares, intentaron provocar un cambio profundo y generalizado en el pensamiento, usos y costumbres de la Iglesia Católica, especialmente con respecto a las pretensiones papales de dominio sobre toda la cristiandad. Debemos tomar en cuenta, sin embargo, que muchos de sus líderes ni siquiera pretendían causar divisiones en la Iglesia, y mucho menos establecer nuevas sectas cristianas. Pero, si lo querían o no, lo cierto es que la Reforma Protestante resultó en la fragmentación de la Cristiandad europea.
Es precisamente como resultado de esa fragmentación que no podemos hablar de la Reforma Protestante como un fenómeno homogéneo o monolítico. Más bien, se trata de un movimiento heterogéneo compuesto por varias sectas y/o comunidades morales, entre ellas el luteranismo y calvinismo, que aunque similares en varios aspectos, también eran muy distintas en otros. De hecho, algunas de estas vertientes protestantes estaban en conflicto entre sí. El pensamiento social protestante fue entonces, desde un principio, heterogéneo, aunque estaban preocupados por algunos temas y asuntos en común.
La Reforma protestante tampoco fue un fenómeno pacífico. Estuvo seguido de sangrientas y crueles guerras religiosas. Los años entre 1560 y 1715 fueron años de numerosas guerras religiosas. Para más sobre las guerras religiosas de la época vaya a la siguiente página: Europe in the Age of Religious War, 1560-1715.
La Reforma Protestante fue además uno de varios movimientos importantes en el mundo intelectual renacentista, movimientos a los que los reformistas estaban ligados de formas complejas, conflictivas y contradictorias. La Reforma Protestante surgió, para empezar, en el contexto de la expansión del humanismo y de la especulación filosófica al margen de los dogmas religiosos. Los reformistas adoptaron algunas ideas humanistas pero también se opusieron al pensamiento humanista de muchas formas.
Fue también en la era renacentista que el nacionalismo incipiente surgió como una alternativa a la erosión del orden teocrático medieval. Algunos reformistas promovían el patriotismo y/o nacionalismo, sobretodo una vez se vieron obligados a romper con la Iglesia Católica y/o a formas nuevas iglesias o comunidades morales.
Mientras la Reforma seguía su curso, lo hacía en el contexto del mercantilismo—la fuerte intervención estatal en la economía para fortalecer el mercado interno—lo que se convirtió en la política económica favorecida por los estados. Algunos protestantes, como por ejemplo, los calvinistas apoyaban la acumulación de capital, y con ello, el capitalismo. Al mismo tiempo, la “revolución científica” trajo consigo nuevas tecnologías y sobretodo una nueva forma de conocimiento, el científico, que retó el conocimiento religioso. Por lo general, los protestantes, como fue el caso de Lutero, rechazaban la ciencia, sobre todo cuando sus planteamientos y hallazgos retaban la verdad revelada o las Sagradas Escrituras. En esa época también se popularizó el realismo político y el republicanismo, así como una visión secular del Estado. Los pensadores reformistas no pudieron hacer otra cosa que envolverse en los debates sobre el Estado y su relación con la Iglesia.
Otro importante movimiento de la época renacentista fue el de los utopistas. El pensamiento utópico enriqueció el imaginario y pensamiento social renacentista y tuvo su impacto sobre el pensamiento reformista. Recuerden que Tomas Moro y su Utopía estaba entre los precursores de la Reforma Protestante. Finalmente, la Reforma Protestante provocó respuestas en la Iglesia Católica, lo que usualmente se le conoce como la Contrarreforma, pero que deberíamos llamar Reforma Católica. La Reforma protestante fue en gran medida una reacción a estas fuerzas sociales, fuerzas que determinaron su desarrollo, y que fueron, a su vez, marcadas por la Reforma Protestante.
El movimiento reformista: Su proyecto social
Tomados en conjunto el movimiento reformista no era muy distinto de sus predecesores, los herejes disconformes. Como sus predecesores los reformistas protestantes estaban preocupados con la institución de la religión. Proponían, como los primeros, cambios en la institución de la religión, es decir, la transformación de los patrones organizados y comportamientos centrados en las necesidades espirituales de la cristiandad europea. Los reformistas eran críticos de la organización y estructura social de la Iglesia. Eran particularmente críticos de su orden jerárquico, y particularmente, de la autoridad del Papa. Por ejemplo, Lutero no solo denunció la venta de indulgencias y la obtención de los perdones a cambio de bienes. También rechazó la venta de cargos eclesiásticos. También rechazó la primacía y autoridad romana del papado como institución divina. Calvino, por su parte, no solo rompió con la Iglesia Católica, rechazando su autoridad religiosa, sino que estableció un orden teocrático en Ginebra, uno con una estructura muy distinta de la católica pero bastante autoritaria y violenta.
El movimiento protestante representó entonces una crítica a la autoridad religiosa de la alta jerarquía católica, tanto su autoridad legitimada sobre fundamentos racionales como su autoridad legitimada sobre fundamentos tradicionales. Con respecto a los fundamentos racionales de la autoridad Católica los cristianos reformistas retaban la creencia en la legitimidad de las ordenaciones instituidas por ella y de los derechos de mando del liderato católico a ejercer autoridad y poder sobre la cristiandad. También retaron la autoridad basada en las tradiciones, las creencias cotidianas en la santidad de las tradiciones católicas inmemorables y la legitimidad de los señalados por esa tradición a ejercer la autoridad.
Retar los fundamentos tradicionales de la autoridad eclesiástica iba acompañado de la redefinición de lo sagrado y lo profano. Los reformistas protestantes, como sus predecesores heréticos, también proponían a la redefinición profunda de lo sagrado y de lo profano.Lutero es un buen ejemplo. Su rechazo de la primacía y autoridad romana del papado era, a su vez, un rechazo del carácter sagrado de esa autoridad. Redefinió el papado no como algo sagrado sino como una autoridad mundana, y hasta diabólica. Lutero, basado en el concepto de la justificación por la fe, negaba cualquier teoría romana/ortodoxa respecto a los méritos personales aplicables a la salvación, la mediación de los santos y la idolatría. Rechazaba también la idea del purgatorio. Lutero, también defendía la lectura e interpretación libre de la Biblia como modo de acceso a la verdad. Con ello los sacramentos, sagrados para los católicos, perdieron su función de transmisores mas importantes de la gracia divina, su carácter sagrado. El calvinismo, por su parte, redefinió muchas de las prácticas consideradas profanas por el Catolicismo, dándole un carácter divino y sagrado. Por ejemplo, descartaba la usura como pecado, una creencia católica. Redefinió además el trabajo, convirtiéndole, contrario al Catolicismo en una señal y medio de salvación.
Los reformistas protestantes, también como sus antecesores heréticos, repensaron la relación entre el individuo y la institución de la religión. Las ideas de Lutero fueron, por ejemplo, fuente de libertad de conciencia frente a la Iglesia Católica. Representó, al menos en cuanto a la interpretación de la Biblia el triunfo del individualismo renacentista. Otros grupos reformitas, incluyendo, el calvinismo, apoyaban también esa libre interpretación, al menos en teoría. Es importante, recordar, sin embargo, que su apoyo a la libertad de conciencia se limitaba solo a la conciencia religiosa en ámbito cristiano. No estaban particularmente interesados en las libertades civiles de los humanos y mucho menos en lo que hoy llamaríamos derechos humanos. Aunque defendían la libertad religiosa los reformistas promovieron el irracionalismo y el dogmatismo. Eran más conservadores que sus predecesores. Tampoco se identificaban con los pobres y grupos marginados. No obstante, su defensa de la libertad de conciencia religiosa, alteró significativamente la influencia dinamogénica de la Iglesia, su capacidad para dominar a los individuos y encausar sus aptitudes, capacidades e interpretaciones, sobretodo de las Sagradas Escrituras. Retando esa influencia los reformistas protestantes afirmaron las capacidades de los individuos para dirigir ellos mismos su vida espiritual e interpretación de la palabra divina sin la intervención de las autoridades religiosas. Los protestantes e aferraban a la justificación del hombre por la fe mera y simple.
Finalmente, y como los predecesores heréticos, los protestantes también repensaron las sociedades europeas, sobretodo con respecto al Estado y su autoridad. Para Lutero la Iglesia era una comunidad de servicio mutuo y amor, cuyo único líder era Cristo. Esa comunidad moral estaba al margen de cualquier otro poder, incluido el del Papa, cuyo reino era, según Lutero el dominio de Satán, el ámbito del Pecado Original. No obstante, los cristianos, afirmaba Lutero, debían obedecer a las autoridades estatales. Para él, era el deber de los cristianos obedecerlas aunque esto implicara grandes sufrimientos. Es por ello que Lutero nunca apoyó la rebelión de los campesinos europeos de su época.
Inspirados en las ideas de Lutero, aunque motivados por razones económicas, los campesinos se rebelaron contra las autoridades estatales. Estos interpretaron las enseñanzas de Lutero sobre libertad espiritual en un sentido social y comenzaron la lucha en contra de sus opresores. Lutero, sin embargo, rechazó su esfuerzo y apoyó la represión aristocrática, violenta y cruel, de los rebeldes. En un comunicado sobre el asunto condenó a los rebeldes y reafirmó que era obligación de los cristianos obedecer a las autoridades terrenales, aunque esto implicara grandes angustias. Calvino también condenó la rebelión campesina.
Por un lado, y puesto que promovía la obediencia y la conformidad, las ideas políticas de Lutero reforzaron la tendencia política absolutista y autoritaria. Claro, también reforzaron el nacionalismo, sobretodo el patriotismo alemán. No obstante, y a pesar de sus apoyos a los gobiernos absolutistas y monárquicos Lutero estableció, sobretodo en tratado De la Autoridad Humana, los límites de su autoridad frente a la libre conciencia del cristiano. Propuso un tipo de separación de Iglesia y Estado; la autoridad humana debía limitarse a la dimensión material de la vida humana mientras que la autoridad eclesiástica debía limitarse a la dimensión espiritual de esa vida humana. Era obligación del cristiano negarse a que la autoridad humana intentara cambiar su fe pero debía sufrir sus desmanes con resignación y conformidad. Aunque en teoría Lutero apoyaba la separación de iglesia y estado, en la práctica Lutero, sin embargo, apoyaba que los príncipes organizaran iglesias reformadas, que fueran ejecutores de la voluntad divina. Para hacerlo, en contradicción a lo que proponía Lutero en su tratado, la autoridad secular debía forzar la conciencia de sus vasallos, intervenir en la dimensión espiritual de la vida humana.
El Calvinismo, contrario al Luteranismo, rechazó la separación entre la Iglesia y el Estado a favor de un orden teocrático, totalitario y absolutista, que subordinaba el Estado a la Iglesia. Rebelándose contra las autoridades logró el dominio sobre Ginebra y estableció allí una teocracia fundamentada en dos códigos: Ordonnances Ecclésiastiques y Ordennances sur le régime du peuple. El orden social de Ginebra era igualitario vis-à-vis la jerarquía feudal pero intolerante; los castigos a los desobedientes eran desproporcionados, e incluían ejecuciones.
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