miércoles, 23 de octubre de 2013

Acerca de las divisiones de la prehistoria

Dado que con el género homo entramos, en sentido amplio, al terreno de la historia humana es necesario aclarar la terminología usada para dividir los periodos de la prehistoria (es decir al periodo anterior a la civilización).  Engels en su obra clásica “El origen de la familia propiedad privada y el estado” recupera la división de las etapas culturales de la prehistoria propuesta por el antropólogo norteamericano Lewis H. Morgan - que utilizaron antropólogos célebres como Gordon Childe- quien divide a ésta en Salvajismo, Barbarie y Civilización, dividiendo las dos primeras en periodos inferior, medio y superior. La esencia del libro de Engels es mostrar retomando las partes materialistas de Morgan (en realidad Morgan era filosóficamente ecléctico y a veces atribuía el progreso histórico a la evolución de los medios de subsistencia –la parte positiva y perdurable de su obra- como a la selección natural de las ideas), con los datos científicos a su disposición, que el desarrollo de las fuerzas productivas determina las formas de la familia, el conjunto de relaciones sociales, las ideas dominantes en una sociedad y el surgimiento del estado, es decir, la confirmación del punto de vista del materialismo histórico. Por supuesto que nuestra convicción es que los datos modernos justifican en mayor medida la tesis central de Engels. Pero es necesario aclarar algunos errores de bulto de las divisiones utilizadas por Morgan y Engels. Los antropólogos modernos se refieren al periodo llamado por Morgan salvajismo como paleolítico subdividiéndolo en edades líticas conocidas como paleolítico inferior medio y superior (en un apartado posterior veremos las divisiones de este último); agregando otra fase transitoria al neolítico conocida como periodo mesolítico -sin equivalente en la terminología de Morgan-  inmediata anterior a la revolución neolítica (conocida por Morgan como Barbarie). Podemos hacer una conversión a la terminología adoptada por Engels (basada en Morgan), sin embargo, es necesario considerar que las divisiones de Morgan estaban asociadas a instrumentos de producción que, en ocasiones, no corresponden en realidad a dichos periodos dada la información limitada que poseían sobre el desarrollo de fuerzas productivas en periodos prehistóricos. Por ejemplo Engels, retomando a Morgan, creía que en el periodo medio del salvajismo se comenzó con el consumo de pescados, crustáceos y otros animales acuáticos, además de la domesticación del fuego; sin embargo, los datos actuales señalan que fue en el paleolítico inferior (o periodo inferior del salvajismo según la terminología Morgiana) donde se controló por primera vez el fuego hazaña lograda por el homo Erectus (si bien aún existen dudas al respecto) y que una dieta más orientada a pescados y otras fuentes fluviales se dio más bien en el mesolítico (periodo que no encuentra correspondencia en la terminología Morgiana); el periodo intermedio del salvajismo (paleolítico medio en la terminología moderna) esta asociado con sapiens arcáicos como el neandertal quien se alimentaba, según sabemos, por carne de presas mayores más que de pescados(11). Por supuesto que el punto de vista marxista no es refutado por la nueva terminología, antes bien, al contrario ya que cada fase del paleolítico esta asociada al desarrollo de las fuerzas productivas incluso determinadas técnicas de fabricación determinan el paso de una etapa a otra; en realidad el fondo de la visión marxista se fortalece con nuevas evidencias y con una división más precisa y clara incluso en cuanto a la terminología (hace referencia a la materia prima fundamental: la piedra). En el presente trabajo utilizamos la terminología moderna y la de Morgan como equivalentes.

Paleolítico inferior (periodo inferior del salvajismo)

Surgimiento del genero Homo, las primeras herramientas

Con el surgimiento del Homo (hace aproximadamente 2 millones de años) –del cual se han identificado al menos dos especies: homo habilis y homo rudolfensis- presenciamos ya un crecimiento notable de la capacidad cerebral (un promedio de 630cc) de 1/3 en realción con los australopithecus, el Homo Habilis fue el primer homínido en fabricar herramientas  de piedra muy simples que pueden ser descritas como una piedra a la que se le “saca punta” en uno de sus extremos  (tecnología conocida como “olduvaiense”) que pudieron ser preservadas para el estudio de los antropólogos. Representa una verdadera revolución, un salto dialéctico hacia adelante en el árbol frondoso que conduce al homo sapiens (o mejor dicho a las diversas especies de homo sapiens anteriores al sapiens-sapiens) esta primitiva tecnología “olduvaiense” –que expresa ya un muy limitado control sobre la naturaleza- no sufrió cambios en alrededor de 300 o 400 mil años (hasta el surgimiento del erectus), un periodo de tiempo largo si comparamos la evolución histórica propia de los sapiens modernos pero un suspiro en términos evolutivos. Esta lentitud, desde el punto de vista de la evolución cultural, en la evolución de las fuerzas productivas se puede explicar porque el hábilis seguía estando sometido a la naturaleza- de hecho el habilis combinaba muy probablemente la dieta de plantas, insectos y pequeñas presas con la de carroñero oportunista ya que su tecnología le impedía enfrentarse con presas mayores-  y no a las leyes de la historia; no obstante su supervivencia ya estaba fuertemente vinculada a la fabricación de toscas herramientas de piedra -con las que accedía a la médula de los huesos de animales muertos- y con ello el comienzo de relaciones sociales que describen pautas culturales.

Hemos subrayado que la transformación de la naturaleza transforma las relaciones sociales. El consumo de carne, mediante la caza de crías y pequeñas presas, pudo jugar un papel muy importante en el desarrollo de la socialización debido al carácter colectivo de la caza en contraste con la recolección individual de plantas y semillas, aquí existe una reacción en cadena que influye sobre aspectos aparentemente sin relación; en lo relacionado al consumo de carne nuestros primos los chimpancés son una prueba convincente de ello. “Generalmente, los chimpancés cazan en grupo y comparten la presa con los demás. Si un chimpancé no encuentra con quien juntarse abandonará la caza. Durante todo el proceso de matar, distribuir y consumir las presas, muestran un entusiasmo y un nivel de interacción social inusuales. Durante la caza, entre tres y nueve chimpancés tratan de rodear la presa, moviéndose de un lado a otro por espacio de una hora para cerrar las posibles vías de escape (…) Los chimpancés sólo comparten de vez en cuando los alimentos de origen vegetal, pero siempre comparten la carne, excepto si la presa la captura un chimpancé solitario en la selva”(12). Es  seguro que éste comportamiento haya estado mucho más presente en el habilis, pero junto con una mayor ingesta de carne, producto de mejores herramientas, el consumo de proteínas aumenta considerablemente favoreciendo el desarrollo del cerebro “Con todo el debido respeto a los vegetarianos” nos dice sarcásticamente Engels, “el hombre no pudo surgir sin una dieta de carne, y si esta última, entre los pueblos que conocemos, llevó en una u otra ocasión al canibalismo (..) ello carece de importancia para nosotros en la actualidad”

La fabricación de herramientas jugó un papel crucial en el impulso evolutivo al favorecer el desarrollo de capacidades de abstracción, previsión, etc; que requieren mayor capacidad cerebral; en éste comportamiento sin precedentes en el reino animal se encuentra parte de la explicación de porqué la evolución los impulsó tan rápidamente al siguiente salto dialéctico de la senda humana. Como señala Gordon Childe: “En la historia humana, los vestidos, herramientas, armas y tradiciones, toman el lugar de las pieles, garras, colmillos e instintos, para la búsqueda de alimento y abrigo. Las costumbres y prohibiciones, condensando siglos de experiencia acumulada y transmitida por la tradición social, ocupan el lugar de los instintos heredados, facilitando la supervivencia de nuestra especie”(13). Incluso podemos afirmar que la fabricación de herramientas va mucho más allá, no sólo involucra su papel en la supervivencia, sino constituye el elemento central que nos permite explicar la totalidad de la estructura social y de los cambios que operan en ella, su desarrollo cuantitativo nos lleva irremediablemente a que tarde o temprano se presente una revolución que abre una nueva fase en el desarrollo de los modos de producción -así como la acumulación de cambios genéticos nos lleva tarde o temprano a el surgimiento de nuevas especies-. Dialécticamente  la mano posibilitó el trabajo, éste creó la mano, ambos desarrollaron el cerebro; el cerebro impulsó el trabajo y el trabajo transformó al hombre.

El “Planeta de los simios” y la domesticación del fuego

No obstante aunque lo determinante en el habilis seguía siendo la selección natural, paradójicamente ésta actuaba sobre la base de la fabricación habitual de herramientas, esto, a su vez, significó un tremendo impulso al desarrollo evolutivo de tal forma que en tan sólo unos 300 o 400 mil años después –un parpadeo evolutivo- el cerebro de los homínidos se duplicó. Aquí tenemos una reacción en cadena en donde la fabricación de herramientas, la selección natural, el crecimiento del cerebro, la cooperación, etc; interactúan recíprocamente convirtiendo a los efectos en causas y las causas en efectos. Esta interacción nos lleva hacia el siguiente salto dialéctico de la genealogía humana, “sin duda la etapa más confusa y compleja de la evolución humana. El sucesor cronológico de los citados Homo rudolfensis y Homo habilis es Homo ergaster, cuyos fósiles más antiguos datan de hace aproximadamente 1,8 millones de años”(14) además del ergaster nos encontramos al Homo Erectus con una capacidad cerebral mucho mayor que su antecesor (oscilando entre los 727 y 1.067 cc).

Es una refutación a la visión gradualista y lineal de la evolución el hecho de que el árbol genealógico humano sea tan frondoso y abigarrado e incluso que en determinado momento el planeta tierra fuera un especie de “planeta de los simios”. El erectus cohabitó el planeta con otros homínidos como el Australopitecus Boisei y el Robustus (homínidos de dieta especializada); y con el asombroso Gigantophitecus un enorme primate desaparecido hace apenas unos 250000 años, el verdadero Kong-Kong o “sastcuach” de carne y hueso, de 3 metros de altura y 275 kilos de peso que, se cree, se alimentaba de bambú. Alguno de éstos hombres primitivos espectaculares, logró controlar de mejor manera su ambiente, fabricar herramientas de piedra más efectivas, conocidas como bifaz, caracterizadas por ser trabajadas en toda su superficie (tecnología lítica conocida en general como Acheliense) en comparación con las fabricadas por el Habilis. La única forma en que podían sobrevivir era mediante el reforzamiento de un comportamientos social basado en la cooperación y la coopartición de alimentos, es decir, el desarrollo  de un comportamiento cultural que se manifestaba por ejemplo en las diferenciación de tradiciones regionales en la fabricación de herramientas que se encuentran en India y Europa: aquí presenciamos ya claras muestras del comienzo de la cultura humana, es decir, de una transformación relativamente conciente del entorno (cultura material) y del comportamiento reflejado en el pensamiento abstracto (cultura espiritual), no obstante, “la lenta tasa de cambio cultural vinculada con el H. erectus” , nos dice Marvin Harris, “sugiere con firmeza que su cerebro estaba organizado de forma muy distinta de los cerebros del moderno sapiens y que carecían de la capacidad plenamente desarrollada y característicamente humana de adquirir y modificar pautas culturales de pensamiento y de conducta”(15).

Es probable que con éste salto dialéctico este hombre primitivo fue capaz de controlar una fuerza de la naturaleza fundamental: el fuego, una de las más grandes revoluciones tecnológicas en la historia de la humanidad que marcaría para siempre el desarrollo humano: fuente de seguridad, calor, acceso a nuevos hábitats, acceso a nuevos recursos alimenticios por medio del cocimiento, y propulsor de la imaginación humana; éste descubrimiento y la obsesión por su preservación sobreviviría en la conciencia colectiva en la forma de tradiciones ancestrales de fuego eterno presentes incluso en la llama de los juegos olímpicos. El control del fuego representa uno de los primeros pasos que separan al hombre del resto del reino animal, el erectus fue el primer animal que controlo su temor al fuego y con ello se separó un paso más del mundo animal al que aún estaba ligado y probablemente aprovechó este temor no sólo para ahuyentar a las fieras sino como una poderosa herramienta de caza (al poder ahuyentar a las presas e la dirección deseada y para endurecer sus lanzas); el uso del fuego transformó literalmente al hombre no sólo porque tuvo acceso a nuevas fuentes de proteínas que estimularon su inteligencia sino porque pudo prescindir de molares grandes y mandíbulas fuertes y su rostro empezó a configurar una apariencia más humana. ¡Literalmente, como afirma la teoría marxista, el hombre transforma a la naturaleza y al mismo tiempo se transforma a sí mismo¡. Además de transformarse físicamente, el control de fuego estímulo la transformación de las relaciones sociales de los homínidos porque su uso como instrumento de caza requiere niveles de cooperación y planificación sin precedentes, además,  para cocer la carne hay que destazar al animal, en un lugar seguro como una cueva, procedimiento que requiere un nivel de cooperación antes desconocido y luego cocinar los trozos y el alimento de toda la banda incluso de aquellos que no pidieron participar directamente como los ancianos y niños. Probablemente estas actividades sociales implicaron los primeros balbuceos de lo que cientos de miles de años después se convertiría en el lenguaje humano(16). Con el género homo las actividades de caza de presas medianas, además de la recolección, empiezan a cobrar mayor importancia frente a las actividades de carroñero y eventual cazador de presas menores, y con ello, quizá la primera división social del trabajo entre hombres cazadores y mujeres recolectoras (por lo menos las mujeres preñadas o en periodo de lactancia). A medida que los lazos sociales y los factores culturales dominaban a los factores puramente biológicos el tiempo de dependencia de las crías aumentaba, los seres humanos somos la especie dentro de todos los primates cuya dependencia de las crías es asombrosamente larga. Una cría de gacela sabe instintivamente casi todo lo necesario para sobrevivir, ¡los bebes humanos son unos perfectos inútiles¡ en una muestra incontrovertible de que la mayor parte de la conducta humana depende de la cultura heredada y transmitida socialmente y no de los genes.

Con esta tecnología notable y con unos cerebros superiores por primera vez los homínidos rompimos el cordón umbilical que nos unía a nuestra tierra de origen (África) para comenzar la conquista del mundo mediante una serie de oleadas que se extendieron durante cientos de miles de años hacia Asia, Indonesía y Europa. “Esta primera migración humana condujo a la diferenciación de dos linajes descendientes de Homo ergaster: Homo erectus en Extremo Oriente (China, Java) y Homo antecessor/Homo cepranensis en Europa (España, Italia)”(17).

 Nosotros (Homo sapiens sapiens) descendemos de algunos de estos hombres primitivos, o quizá de alguno que aún no conozcamos, porque a diferencia de otros homínidos como el Boisei nuestros antepasados de la línea homo no estaban especializados a ningún hábitat ni alimentación en particular; el éxito de la dieta especializada del Boisei (semillas y tallos de fibra dura a juzgar por su dentadura y las fuertes mandíbulas) en un momento dado represento su mayor fracaso al encerrarlo en un callejón sin salida evolutivo que lo condujo a la extinción cuando las condiciones medioambientales que aseguraron su éxito se convirtieron en su contrario. Mientras que el género homo, que al parecer se encontraba en éste periodo al borde de la extinción dadas las duras condiciones ecológicas y su carencia de especialización alimentaria, tuvo que adaptarse perfeccionando y creando herramientas, transformando su entorno, produciendo  sus propios alimentos y convirtiéndose progresivamente en un animal más social lo que a la larga aseguraría su absoluta supremacía no sólo con respecto al resto de los homínidos sino incluso a la naturaleza misma. Como dice la Biblia (y también la dialéctica) en muchas ocasiones “los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”.

A propósito el comportamiento social y cooperativo demuestra que el egoísmo y la competencia son esencia de una sociedad dividida en clases y especialmente de la sociedad capitalista y no de la humanidad en sí. Si algo demuestra el estudio de la genealogía humana es que la “naturaleza humana” tiende mucho más a la cooperación que a la competencia y el egoísmo, emanaciones propias de la sociedad de clases específicamente el capitalismo.

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