El bronce es una aleación de cobre y estaño que tiene las ventajas de que se funde a una temperatura más baja y es mucho más resistente. Fue conseguido en el Oriente próximo a finales del IV milenio a. C. y penetró en Europa a través de una extensa red de vías comerciales que recorrían todo el continente, comunicando la península ibérica o el mar del Norte con las civilizaciones orientales, ya plenamente históricas.
Entre los años 1800 a. C. y 1500 a. C., aproximadamente, coincidiendo con la plenitud del mundo minoico, Europa comenzó a participar en las redes comerciales creadas por la demanda de materias primas por parte de las civilizaciones del Próximo Oriente y del Egeo. El ámbar del Báltico, el cobre del bajo Danubio y Huelva, el estaño de Cornualles y Galicia, el oro de Irlanda, los metales preciosos de Andalucía y el azabache de Gran Bretaña, eran intercambiados por armas y herramientas de bronce, ornamentos de oro y plata, o perlas egipcias de fayenza azul. Entre las culturas arqueológicas de este periodo destacarían la de Unetice, la de los túmulos armoricanos y la de Wessex. En las islas británicas, durante esta época, siguieron teniendo gran importancia los santuarios megalíticos denominados «henges», centros cultuales como el mismo Stonehenge.
La mayor parte de los restos de esta época son monumentos funerarios de tipo tumular pertenecientes, a juzgar por la alta proporción de armas y la gran riqueza de algunos, a las oligarquías guerreras locales, que debían conocer el carro de combate y vivían en poblados fortificados. Los ajuares se componían, fundamentalmente, de los característicos puñales triangulares de pomo macizo, las hachas planas y las hachas-maza de combate de bronce; también aparecen ornamentos metálicos como los brazaletes, las lúnulas o pectorales, jarras de oro o plata repujados, ámbar y perlas de fayenza egipcias. Algunos túmulos llegan a ser tan ricos que han motivado su denominación como «tumbas reales»: las de Leki Male (Polonia) y Leubingen (Austria), de los grupos de Unetice; la de Kernonen (Francia), de los Túmulos armoricanos; o la de Bush Narrow (Inglaterra), perteneciente a Wessex. En ciertas zonas del norte de Italia, los terrenoEn la península Ibérica y a partir del 2300 a. C., comenzó a despuntar la denominada cultura argárica en, aproximadamente, la misma área donde se había desarrollado la de Los Millares, aunque, en esos momentos, todavía con una pequeña zona de influencia y numerosas pervivencias calcolíticas. Es una etapa temprana, llamada tradicionalmente «Fase A» en la que destacan los enterramientos en cista con un ajuar que ha querido ser relacionado con influencias del Mediterráneo oriental, pero que ha terminado revelándose como autóctono. pantanosos han preservado multitud de objetos de cuero, piraguas de madera, arcos de gran tamaño, ruedas de carro y arreos en hueso.
El Bronce Medio transcurrió, más o menos, entre el 1500 a. C. y el 1200 a. C., lo que significa que coincide con el apogeo de la civilización micénica. Destaca en Centroeuropa la cultura de los Túmulos, un complejo que derivó de Unetice, con poblados no muy grandes, de viviendas de madera, edificados sobre colinas de fácil defensa y protegidos por murallas y fosos. Los enterramientos eran tumulares (de ahí su denominación), con túmulos más monumentales que en la etapa anterior, a menudo se agrupaban en grandes necrópolis y la incineración fue cada vez más habitual. En el área de la península itálica se desarrollaron la cultura de las Terramaras y la cultura Apenínica, ambas de fuerte influencia balcánica, así como la cultura Sícula, más cercana al mundo micénico, que ya había colonizado las Islas Eolias en esa fase.
Una de las novedades más notables respecto al Bronce antiguo es la aparición de auténticas espadas con largas hojas y sistemas de enmangue más efectivos que los remaches: empuñaduras de lengüeta cuyos mangos son, a veces, ricamente decorados con materiales perecederos (cuero, hueso y maderas de diversos tonos, que, pueden tener incrustaciones de oro y ámbar) que, afortunadamente, se han conservado en algunos ejemplares de la zona nórdica. Asimismo aparecen puntas de lanza tubulares y hachas de talón.
En lo referente a los adornos metálicos, su variedad es innumerable: brazaletes espiraliformes, tobilleras, colgantes, alfileres, anillos, pendientes, pasadores, broches, etc. Mención especial merecen los torques retorcidos irlandeses, que desde su región originaria, se difundieron por toda Europa, recibiendo el nombre de Torques de Tara en honor a este santuario gaélico, la Colina de Tara. Una obra excepcional, que supera el calificativo de mero ornamento, es el Carro solar de Trundholm (arrojado como ofrenda al fondo de un pantano en Dinamarca).
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