jueves, 24 de octubre de 2013

Nuevo Orden Mundial


El Nuevo Orden Mundial es una teoría que afirma la existencia de un plan diseñado con el fin de imponer un gobierno único - colectivista, burocrático y controlado por sectores elitistas y plutocráticos - a nivel mundial.
La expresión Nuevo Orden Mundial se ha usado para referirse a un nuevo período de la historia y se pretende, de este modo, que hay pruebas de cambios dramáticos en las ideologías políticas y en el equilibrio de poderes. El primer uso de esta expresión aparece en el documento de los Catorce Puntos del presidente Wilson, que hace un llamado, después de la Primera Guerra Mundial, para la creación de la Liga de Naciones, antecesora de la Organización de las Naciones Unidas.
La frase se usó con cierta reserva al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando se describían los planes para la creación de las Naciones Unidas y los Acuerdos de Bretton Woods debido a la asociación negativa resultante del fracaso de la Liga de Naciones. El uso más amplio y reciente de esta expresión se origina sobre todo con el final de la Guerra Fría. Los presidentes Mikhail Gorbachev y George H. W. Bush usaron el término para tratar de definir la naturaleza de la posguerra fría y el espíritu de cooperación que se buscaba materializar entre las grandes potencias.
En una referencia a las hostilidades en Irak y Kuwait, la revista Time del 28 de enero de 1991 expresó: “Mientras caían las bombas y se disparaban los misiles, las esperanzas de un nuevo orden mundial cedieron lugar al desorden común”. Añadió: “Nadie debe forjarse ilusiones pensando que el nuevo orden mundial, del que tanto alarde se hace, se ha establecido o está cerca.”
Nunca se ha logrado la cooperación entre las naciones, y esto perjudica los esfuerzos por establecer un nuevo orden mundial. En un informe en la revista The World and I de enero de 1991, un grupo de peritos examinaron “las políticas exteriores que van surgiendo entre las superpotencias y el efecto que probablemente tengan en el nuevo orden mundial”. El editor llegó a esta conclusión: “La historia nos lleva a pensar que en el mejor de los tiempos se puede pasar muy fácilmente de la paz a la guerra. La cooperación internacional, particularmente entre las potencias principales, es crucial para una transición de éxito de la Guerra Fría a un nuevo orden mundial.”
Los illuminati -una sociedad secreta fundada en 1776 con el fin de promover ideas de la Ilustración- estuvieron aparentemente involucrados en una conspiración que buscaba reemplazar las monarquías absolutas y la preponderancia de la Iglesia con el "gobierno de la razón",1 que era el objetivo general de la ideología liberal, revolucionaria e igualitaria dominante entre la intelectualidad de la época. Después de que el complot se descubrió, el grupo fue prohibido por el gobierno bávaro (1784) y aparentemente se disolvió en 1785.2
Sin embargo, los documentos relacionados con la conspiración ola, y se alertó así a la nobleza y al clero de Europa, lo que le dio a la conspiración una gran publicidad y llevó a algunos pensadores a sugerir que todavía existía y que su objetivo era derrocar a los gobiernos europeos. Por ejemplo, Edmund Burke (1790) le da alguna credibilidad,3 aunque sin mencionar específicamente cuál sería el grupo responsable,4 y Seth Payson afirma -en 1802- que los illuminati todavía existen.5
Por consiguiente, algunos autores -por ejemplo, Augustin Barruel y John Robison- llegaron incluso a sugerir que los Illuminati estaban detrás de la Revolución Francesa, sugerencia que Jean-Joseph Mounier rechaza en su libro de 1801 On the Influence Attributed to Philosophers, Free-Masons, and to the Illuminati on the Revolution of France ("Sobre la influencia atribuida a filósofos, francmasones e Illuminati respecto a la Revolución Francesa", aún no traducido al español).6
Posteriormente (1903) el servicio secreto ruso de la época publicó el famoso panfleto Los protocolos de los sabios de Sion como una obra de propaganda antirrevolucionaria que incorporó casi textualmente argumentos encontrados en el Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, un ataque -en 1864- del legitimista militante Maurice Joly contra Napoleón III.7
La tesis central de Los Protocolos es que, si se remueven las capas sucesivas que cubren u ocultan las causas de los diversos problemas que afectan el mundo, se encuentra un grupo central que los promueve y organiza con el fin, primero, de destruir los gobiernos y órdenes sociales establecidos, y con el fin último de lograr el dominio. Ese contubernio central es un grupo de judíos, que -según se afirma- controla tanto los sectores financieros como diferentes fuerzas sociales que, a su vez, son los que -desde este punto de vista- provocan desorden y conflicto social: los masones, los comunistas y los anarquistas, entre otros.8
Nora Levin indica que los Protocolos gozaron de gran popularidad y grandes ventas en los años veinte y treinta. Se tradujeron a todos los idiomas de Europa y se vendían ampliamente en los países árabes, en los Estados Unidos e Inglaterra. Pero fue en Alemania, después de la Primera Guerra Mundial, donde tuvieron su mayor éxito. Allí se utilizaron para explicar todos los desastres que ocurrieron en el país: el armisticio en la guerra, el hambre, la inflación, etc.9
A partir de agosto de 1921, Hitler comenzó a incorporarlos en sus discursos, y se convirtieron en lectura obligatoria en las aulas alemanas después de que los nacionalsocialistas llegaron al poder. En el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, Joseph Goebbels (ministro de propaganda nazi) proclamó: «Los protocolos de los sionistas son tan actuales hoy como lo fueron el día en que fueron publicados por primera vez».10 En palabras de Norman Cohn, esto sirvió a los nazis como «autorización del genocidio».
Posteriormente, en los Estados Unidos, durante el periodo del Peligro Rojo, teóricos estadounidenses de la conspiración -tanto fundamentalistas cristianos como seculares anti-gobierno central- fueron abrazando y promoviendo cada vez más una percepción de la masonería, del liberalismo y de la "conspiración judeo-marxista" como la fuerza directriz de la ideología del "ateísmo estatal", "colectivismo burocrático" y "comunismo internacional".8 (en EEUU esos términos generalmente se emplean por esos sectores para referirse a, respectivamente, la Separación Iglesia-Estado; acción gubernamental en asuntos de seguridad social y organismos internacionales, tales como las Naciones Unidas)
"Ojo que todo lo ve" en los billetes de dólar
Así, por ejemplo, empezando en los 1960, grupos como la John Birch Society y el Liberty Lobby dedicaron muchos de sus ataques a las Naciones Unidas como vehículo para crear "Un Gobierno Mundial", promoviendo una posición de desconfianza y aislacionismo en relación a ese organismo. Adicionalmente, Mary M. Davison, en su The Profound Revolution (1966) trazó el origen de la supuesta conspiración del Nuevo Orden Mundial a la creación del Sistema de Reserva Federal en EEUU por un "grupo de banqueros internacionales" que posteriormente habrían creado el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) en ese país como "gobierno en las sombras". Cabe considerar que en aquellas fechas la frase "grupo de banqueros internacionales" se entendía como referencia a personas tales como David Rockefeller o a la familia Rothschild.
Posteriormente, y a partir de la década de 1970, Gary Allen11 sostiene que el término Nuevo Orden Mundial es utilizado por una élite internacional secreta dedicada a la destrucción de todos los gobiernos independientes. Con ese autor el mayor peligro deja de ser la conspiración cripto-comunista y se transforma en la élite globalista que algunos identifican con el atlantismo del Grupo Bilderberg. Muchos de los mismos personajes -como Rockefeller- todavía ocupan un papel central pero no ya como cripto-comunista sino como parte de un grupo plutocrático y elitista,12 grupo que controlaría tanto los gobiernos y sus instituciones -especialmente las policías secretas- como organismos internacionales.
Un papel importante en la generalización de esa percepción fue desempeñado por la trilogía satírica "The Illuminatus", de Robert Anton Wilson13 que, a pesar de ser una parodia de la paranoia de sectores norteamericanos acerca de las conspiraciones secretas14 y de que el propio autor ha dicho en más de una ocasión que no pretende que sea tomada en serio, llegó a tener influencia, probablemente debido a que Wilson busca crear en el lector una fuerte duda acerca de lo que es real y lo que no lo es, elaborando curiosas teorías a partir de una mezcla de hechos históricos con hechos fantásticos, citando autores imaginarios, pero creíbles, con autores reales ya tanto obscuros como conocidos, pero a veces sutilmente fuera de contexto. (Por ejemplo, citas de Isaac Newton acerca de la alquimia y la orden de la Rosacruz que necesitan cuidadosa examinacion para determinar si son correctas y relevantes.)
Esta “popularidad” de la teoría se acrecentó cuando -en 1990, poco después de la caída del Telón de Acero - el entonces presidente de los EEUU, George H. W. Bush, hizo varias referencias al Nuevo Orden Mundial. A pesar de que esas referencias fueron percibidas a nivel internacional como estableciendo -en el contexto político de la fecha- los objetivos de la diplomacia de EEUU - la llamada propuesta de la Pax Americana- muchos las entendieron como una validación de la teoría de la conspiración del NOM.
Para muchos, los conspiradores son simplemente “ellos”, un grupo amorfo que incluye a todos y a cualesquiera individuo(s) u organismo(s) percibido(s) como poderoso(s).15 Así, los participantes en la conspiración incluirían o podrían incluir -aparte de los ya mencionados: comunistas, judíos, illuminati, plutócratas- a grupos tales como los masones,16 la iglesia católica,17 o grupos dentro de la Iglesia,18 los políticos19 20 los gobiernos (algunos o todos),21 22 etcétera, lo que se extendería incluso a los medios de comunicación,23 24 25 26 27 los ecologistas,28 las Naciones Unidas29 30 e incluso los extraterrestres.31
Se afirma también que muchas familias prominentes tales como, por ejemplo, los Rothschild, los Rockefeller, los Morgan, los Kissinger y los DuPont, lo mismo que algunos monarcas europeos, podrían ser importantes miembros, ya que mantienen relaciones entre sí como con figuras de alto poder. Organizaciones internacionales tales como los bancos centrales;32 o el Banco Mundial, el FMI, la Unión Europea y la OTAN son mencionadas como componentes esenciales del NOM.
Por ejemplo, Émile Flourens, Ministro de Asuntos exteriores de Francia, denunció las premisas de la creación de la Sociedad de Naciones (antecesor de las Naciones Unidas) en un libro, señalando las influencías masónicas para crear un gobierno mundial.33 Gary H. Kah considera que los masones son la fuerza que se halla detrás del plan de un gobierno mundial único, el Nuevo Orden Mundial.34
Igualmente, los presidentes y primeros ministros de naciones son incluidos en la conspiración. Y, sin argumentos más claros, también los socialistas o marxistas - Por ejemplo, William F. Jasper, miembro de la John Birch Society, denunció la supuesta pertenencia socialista o marxista de todo los secretarios generales de las Naciones Unidas, membresía que se toma como la participación de una futura dictadura mundial.35 Una teoría parecida a las de John Coleman.36
Consecuentemente, los partidarios de esta teoría sugieren que ellos pueden afirmar hasta cierto punto quién forma parte de este grupo. Nadie puede determinar quién "no es" parte del NOM.
Igualmente confusas -o extensas- son las especulaciones acerca de quiénes serían los dirigentes de la supuesta conspiración. Según muchos de los proponentes de la teoría de la conspiración contemporánea, los Illuminati originales siguen existiendo y persiguen aún el cumplimiento de ese nuevo orden. Este grupo aglutinaría a los personajes más influyentes del mundo, los cuales se reúnen cada año en alto secreto en las reuniones del Grupo Bilderberg, guardados en todo momento por miembros de la CIA y la FBI (los Estados Unidos), el MI6 británico o la KGB, entre otros. Entre sus asistentes habituales se encuentran -de nuevo- David Rockefeller y "la familia Rotschild", junto a la Reina de Noruega y los presidentes de corporaciones como General Motors, Pepsi o Chrysler.
Otros grupos que, con alguna popularidad en los Estados Unidos en la actualidad, son percibidos como "líderes" en estos asuntos, se encuentran: “los sionistas”,37 38 39 40 “el gobierno”,41 los extraterrestres,42 los grupos plutocráticos,43 el grupo Bilderberg, y, particularmente entre sectores religiosos protestantes, los católicos.44 45
Esta última sugerencia ganó una renovada popularidad entre esos sectores, cuando el conocido telepredicador protestante Pat Robertson afirmó, en su difundido libro New World Order (1991), que tanto Wall Street como el Sistema de Reserva Federal, el Council on Foreign Relations, el Grupo Bilderberg y la Comisión Trilateral organizan la conspiración a fin de ayudar al Anticristo.
Según Jensen y Hsieh55 la teoría del NOM se caracteriza- por poseer una visión cuasi apocalíptica del mundo, que conceptualiza los problemas y tentativa de solución en términos de un mal (todo aquello con lo que no están de acuerdo) y bien (todo lo que aceptan) absolutos, fuerzas que van ineludiblemente a una confrontación final, en la cual -a menudo, pero no siempre- las acciones de los creyentes tendrán un papel decisivo.
Según Barkun56 los proponentes de la visión cometen dos errores: la “falacia furtiva”57 y la “fusión paranoica”, que consiste en la absorción de temores de cualquier fuente. Ambos errores se combinan en la visión de un mundo en el cual todos los problemas son producto de conspiraciones en lugar de fuerzas sociales, políticas y económicas que debaten y se confrontan abiertamente y que en ocasiones llegan a acuerdos (véase conflicto social).
William Domhoff, profesor de psicología y sociología, escribe -en “There Are No Conspiracies”58 que:
Hay varios aspectos de la visión general de la conspiraciones que no coinciden con lo que sabemos de las estructuras de poder. Primero: asume que un grupo reducido de individuos altamente educados y ricos desarrollan, de alguna manera, un deseo psicológico por el poder que los llevaría a hacer cosas que no corresponden con el papel que parecen tener. Por ejemplo, que capitalistas muy ricos ya no estarían interesados en hacer ganancias, sino dedicados a crear un gobierno mundial. O que los gobernantes elegidos estarían tratando de suspender la Constitución a fin de asumir poderes dictatoriales. Ese tipo de afirmaciones se han venido haciendo desde hace muchas décadas y, según se asegura siempre, “esta vez sí se están implementado”, pero nunca llegan a serlo. Dado que esas afirmaciones han resultado ser erróneas docenas de veces, tiene más sentido asumir que los líderes actúan por los motivos comunes, tales como hacer ganancia u objetivos institucionalizados para los políticos. Por supuesto que ellos desean tener ganancias tan grandes como sea posible y ser elegidos por mayorías muy grandes, y eso los puede llevar a hacer cosas que son desagradables, pero nada que tenga que ver con crear un gobierno mundial único o suspender la Constitución.58
Mark C. Partridge -uno de los editores de la revista “Diplomatic Courier” -notando que el nacionalismo ha estado en ascenso, que tanto Rusia como China han reafirmado sus respectivas independencia y poder, que las tentativas de avanzar a una ordenamiento (gobernanza) común o mundial han fallado notoriamente, que las Naciones Unidas parecen incapaces de mantener paz, progreso y estabilidad entre las naciones, etc,- se declara escéptico que tal ordenanamiento común a nivel mundial pudiera hacerse realidad antes de dos siglos.59
Otros escépticos argumentan que la teoría de la conspiración lleva a la población a la desesperanza, cinicismo y modos de pensar confusos. Berlet (entre otros) argumenta que tales teorías favorecen movimientos populistas de derecha, los cuales desvían la atención de los verdaderos Crímenes de Estado y sus causas institucionales:
“Movimientos populistas de derecha pueden causar grave daño a una sociedad porque ellos a menudo popularizan xenofobia, autoritarismo, demonización o Culpar a la víctima y conspiracionismo. Ellos pueden atraer políticos moderados a adoptar esos temas a fin de atraer a los votantes, legitimando actos de discriminación (o incluso violencia) y abriendo la puerta para que grupos derechistas revolucionarios, tales como el fascismo, puedan reclutar desde movimientos populistas reformistas.(Berlet, op. cit)
Temores similares han sido expresados por investigadores asociados con el FBI60 Esos autores sugieren una cuidadosa aproximación al momento de aplicar las leyes en relación a esos grupos, en la medida que los miembros de los mismos podrían percibir como altamente opresivas o agresivas acciones por parte de los representantes de la ley que otros ciudadanos consideran normales (por ejemplo, la solicitud de permisos de manejar o incluso el preguntar el porque un vehículo carece de matrícula o patente ha llevado al asesinato de policías por parte de quienes se consideran “independientes” del gobierno). Esos autores notan que algunos han sugerido que las acciones de las fuerzas de la ley empeoraron la situación en situaciones tales como las de Ruby Ridge (1992) y Waco (1993), etc. En consecuencia el FBI emplea en la actualidad una aproximación de "reducción de tensión" en ese tipo de situaciones (op. cit.).
Esas observaciones han llevado a algunos a manifestar preocupación que estas teorías podrían llevar a individuos o grupos a practicar una “resistencia” que podría extenderse desde el hacktivismo patriótico al Asesinato selectivo y el magnicidio, cualquier cosa61 desde el Terrorismo por actos personales (como posiblemente sean los Ataques con carbunco en 2001 -incluyendo el ataque suicida como en el caso del Atentado aéreo en Austin de 2010- pasando por el semi-organizados -u organizado por grupos reducidos y aislados, como en el caso de Timothy McVeigh; la Conspiración terrorista de los supremacistas blancos (2002) y la Conspiración del gas venenoso (2003) - a las organizadas por organizaciones extremistas propiamente tales, en lo que algunos temen se transformen las organizaciones de grupos paramilitares en EEUU -.(ver también Bree Olson, Britney Young y Sandy Sweet)62 (ver también Supremacismo blanco y Movimiento de Milicias en EEUU)
Esos temores se han acrecentado con la divulgación de Los Diarios Turner (1978), novela que abiertamente promueve la revuelta contra el gobierno de EEUU y una guerra racial con la intención de eliminar “todas las razas no blancas” (incluidas las hispanas) en todo el mundo. Esa novela ha sido asociada a varios hechos violentos, el más notable es el atentado de Oklahoma City en 1995.63
La crítica a las actitudes que algunos de los proponentes de la teoría de la conspiración del NOM demuestran viene no solo de observadores externos. A pesar que tales proponentes se presentan como profesando el libertarianismo, muchos de los partidarios son también abiertamente supremacistas, “eliminacionistas”64 y “dominionistas”65 66 67 Esta situación ha llevado a David Icke -quien argumenta que el complot mundial está bajo el control de una "Fraternidad de extraterrestres" y quien ha dicho que el “Movimiento Patriota Cristiano” son los únicos que lo entienden en EEUU- a decirle a ese grupo:
"No se que es lo que me gusta menos, el mundo controlado por la Fraternidad o aquel con el cual Uds. buscan reemplazarlo".

Segunda Guerra Mundial



La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto militar global que se desarrolló entre 1939 y 1945. En él se vieron implicadas la mayor parte de las naciones del mundo, incluidas todas las grandes potencias, agrupadas en dos alianzas militares enfrentadas: los Aliados y las Potencias del Eje. Fue la mayor contienda bélica de la Historia, con más de cien millones de militares movilizados y un estado de «guerra total» en que los grandes contendientes destinaron toda su capacidad económica, militar y científica al servicio del esfuerzo bélico, borrando la distinción entre recursos civiles y militares. Marcada por hechos de enorme significación que incluyeron la muerte masiva de civiles, el Holocausto y el uso, por primera y única vez, de armas nucleares en un conflicto militar, la Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más mortífero en la historia de la humanidad,1 con un resultado final de entre 50 y 70 millones de víctimas.
El comienzo del conflicto se suele situar en el 1 de septiembre de 1939, con la invasión alemana de Polonia, el primer paso bélico de la Alemania nazi en su pretensión de fundar un gran imperio en Europa, que produjo la inmediata declaración de guerra de Francia y la mayor parte de los países del Imperio Británico y la Commonwealth al Tercer Reich. Desde finales de 1939 hasta inicios de 1941, merced a una serie de fulgurantes campañas militares y la firma de tratados, Alemania conquistó o sometió gran parte de la Europa continental. En virtud de los acuerdos firmados entre los nazis y los soviéticos, la nominalmente neutral Unión Soviética ocupó o se anexionó territorios de las seis naciones vecinas con las que compartía frontera en el oeste. El Reino Unido y la Commonwealth se mantuvieron como la única gran fuerza capaz de combatir contra las Potencias del Eje en el Norte de África y en una extensa guerra naval. En junio de 1941 las potencias europeas del Eje comenzaron la invasión de la Unión Soviética, dando así inicio a la más extensa operación de guerra terrestre de la Historia, donde desde ese momento se empleó la mayor parte del poder militar del Eje. En diciembre de 1941 el Imperio del Japón, que había estado en guerra con China desde 19372 y pretendía expandir sus dominios en Asia, atacó a los Estados Unidos y a las posesiones europeas en el Océano Pacífico, conquistando rápidamente gran parte de la región.
El avance de las fuerzas del Eje fue detenido por los Aliados en 1942 tras la derrota de Japón en varias batallas navales y de las tropas europeas del Eje en el Norte de África y en la decisiva batalla de Stalingrado. En 1943, como consecuencia de los diversos reveses de los alemanes en Europa del Este, la invasión aliada de la Italia Fascista y las victorias de los Estados Unidos en el Pacífico, el Eje perdió la iniciativa y tuvo que emprender la retirada estratégica en todos los frentes. En 1944 los aliados occidentales invadieron Francia, al mismo tiempo que la Unión Soviética recuperó las pérdidas territoriales e invadía Alemania y sus aliados.
La guerra en Europa terminó con la captura de Berlín por tropas soviéticas y polacas y la consiguiente rendición incondicional alemana el 8 de mayo de 1945. La Armada Imperial Japonesa resultó derrotada por los Estados Unidos y la invasión del Archipiélago japonés se hizo inminente. Tras el bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki por parte de los Estados Unidos y la invasión soviética de Manchuria, la guerra en Asia terminó el 15 de agosto de 1945 cuando Japón aceptó la rendición incondicional.
La guerra acabó con una victoria total de los Aliados sobre el Eje en 1945. La Segunda Guerra Mundial alteró las relaciones políticas y la estructura social del mundo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue creada tras la conflagración para fomentar la cooperación internacional y prevenir futuros conflictos. La Unión Soviética y los Estados Unidos se alzaron como superpotencias rivales, estableciéndose el escenario para la Guerra Fría, que se prolongó por los siguientes 46 años. Al mismo tiempo declinó la influencia de las grandes potencias europeas, materializado en el inicio de la descolonización de Asia y África. La mayoría de los países cuyas industrias habían sido dañadas iniciaron la recuperación económica, mientras que la integración política, especialmente en Europa, emergió como un esfuerzo para establecer las relaciones de posguerra.
Las causas bélicas del estallido de la Segunda Guerra Mundial son, en Occidente, la invasión de Polonia por las tropas alemanas y, en Oriente, la invasión japonesa de China, las colonias británicas, neerlandesas y posteriormente el ataque a Pearl Harbor.
La Segunda Guerra Mundial estalló después de que estas acciones agresivas recibieran como respuesta una declaración de guerra, la resistencia armada o ambas, por parte de los países agredidos y aquellos con los que mantenían tratados. En un primer momento, los países aliados estaban formados tan sólo por Polonia, Gran Bretaña y Francia, mientras que las fuerzas del Eje las constituían únicamente Alemania e Italia en una alianza llamada el Pacto de Acero.
A medida que la guerra progresó, los países que iban entrando en la misma (por ser atacados o tener tratados con los países agredidos) se alinearon en uno de los dos bandos, dependiendo de cada situación. Ese fue el caso de los Estados Unidos y la URSS, atacados respectivamente por Japón y Alemania. Algunos países, como Hungría (o Italia), cambiaron sus alianzas en las fases finales de la guerra.
En Europa
Artículo principal: Hechos anteriores a la Segunda Guerra Mundial en Europa.
Expansión de Alemania de 1935 a 1939
El Tratado de Versalles, establecía la compensación que Alemania debía pagar a los vencedores. El Reino Unido obtuvo la mayor parte de las colonias alemanas en África y Oceanía (aunque algunas fueron a parar a manos de Japón y Australia). Francia, en cuyo suelo se libraron la mayor parte de los combates del frente occidental, recibió como pago una gran indemnización económica y la recuperación de Alsacia y Lorena, que habían sido anexionadas a Alemania por Otto von Bismarck tras la Guerra Franco-prusiana en 1870.5
En el Imperio ruso, la Dinastía Románov había sido derrocada y reemplazada por un gobierno provisional que a su vez fue derrocado por los bolcheviques de Lenin y Trotsky. Después de firmar el Tratado de Brest-Litovsk, los bolcheviques tuvieron que hacer frente a una guerra civil, que vencieron, creando la URSS en 1922. Sin embargo, ésta había perdido mucho territorio por haberse retirado prematuramente de la guerra. Estonia, Letonia, Lituania y Polonia resurgieron como naciones a partir de una mezcla de territorios soviéticos y alemanes tras el tratado de Versalles.
En Europa Central, aparecieron nuevos estados tras el desmembramiento del Imperio austrohúngaro: Austria, Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia que además tuvo que ceder territorios a la nueva Polonia, a Rumanía y a Italia.
En Alemania, el Tratado de Versalles tuvo amplio rechazo popular: bajo su cobertura legal se había desmembrado el país, la economía alemana se veía sometida a pagos y servidumbres a los Aliados considerados abusivos, y el Estado carecía de fuerzas de defensa frente a amenazas externas, sobre todo por parte de la URSS, que ya se había mostrado dispuesta a expandir su ideario político por la fuerza. Esta situación percibida de indefensión y represalias abusivas, combinada con el hecho de que nunca se llegó a combatir en territorio alemán, hizo surgir la teoría de la Dolchstoßlegende (puñalada por la espalda), la idea de que en realidad la guerra se podía haber ganado si grupos extranjeros no hubieran conspirado contra el país, lo que hacía aún más injusto el ser tratados como perdedores. Surgió así un gran rencor a nivel social contra los Aliados, sus tratados, y cualquier idea que pudiera surgir de ellos.
La desmovilización forzosa del ejército hasta la fuerza máxima de 100.000 hombres permitida por el tratado (un tamaño casi testimonial respecto al anterior) dejó en la calle a una cantidad enorme de militares de carrera que se vieron obligados a encontrar un nuevo medio de subsistencia en un país vencido, con una economía en pleno declive, y tensión social. Todo eso favoreció la creación y organización de los Freikorps, así como otros grupos paramilitares. La lucha de los Freikorps y sus aliados contra los movimientos revolucionarios alemanes como la Liga Espartaquista (a veces con la complicidad o incluso el apoyo de las autoridades) hizo que tanto ellos como los segmentos de población que les apoyaban se fueran inclinando cada vez más hacia un ideario reaccionario y autoritario, del que surgiría el nazismo como gran aglutinador a finales de los años 20 e inicios de los 30. Hasta entonces, había sido un partido en auge, pero siempre minoritario; un intento prematuro de hacerse con el poder por la fuerza (el Putsch de Múnich) acabó con varios muertos, el partido ilegalizado y Hitler en la cárcel. Es durante ese periodo de encarcelamiento que escribió el Mein Kampf (Mi lucha), el libro en el que sintetizó su ideario político para Alemania.
El caldo de cultivo existente a nivel social, combinado con la Gran Depresión de inicios de los 30 hizo que la débil República de Weimar no fuera capaz de mantener el orden interno; los continuos disturbios y conflictos en las calles incrementaron la exigencia de orden y seguridad por parte de sectores de la población cada vez más amplios. Sobre esa ola de descontento y rencor, el Partido Nazi, liderado por Adolf Hitler se presentó como el elemento necesario para devolver la paz, la fuerza y el progreso a la nación. Los ideólogos del partido establecieron las controvertidas teorías que encauzarían el descontento y justificarán su ideario: la remilitarización era imprescindible para librarse del yugo opresor de las antiguas potencias Aliadas; la inestabilidad del país era ocasionada por movimientos sociales de obediencia extranjera (comunistas) o grupos de presión no alemanes (judíos), culpables además de haber apuñalado por la espalda a la Gran Alemania en 1918; además, Alemania tiene derecho a recuperar los territorios que fueron suyos, así como asegurarse el necesario espacio vital (Lebensraum) para asegurar su crecimiento y prosperidad. Todas estas ideas quedaron plasmadas en el Mein Kampf.
Partiendo de la sensación de afrenta causado por el Pacto de Versalles, los nazis potenciaron, alimentaron y extendieron la necesidad de reparación en la sociedad alemana, mezclando los problemas reales con las necesidades de su propio programa político, presentando el militarismo y la adherencia a la disciplina fascista como las únicas vías capaces de reconducir la situación. Del mismo modo se justificó la represión brutal de cualquiera que no pensara del mismo modo o fuera percibido como un enemigo del Estado. Y el clima existente a causa del Pacto hizo que a parte de la sociedad no le preocupase lo más mínimo el incumplimiento de cualquier tipo de tratado internacional. Hasta 1932, el NSDAP fue incrementando su cuota electoral en las elecciones federales, manteniendo un estilo político igual de bronco y agresivo que el que practicaba en la calle.
En noviembre de 1932 tienen lugar las octavas elecciones federales alemanas, en las que el NSDAP logra un 33,1% de votos (aunque bajó algo más de un 4%). Al ser la lista más votada y ante la imposibilidad de lograr una opción de consenso entre las demás fuerzas políticas, el presidente Hindemburg nombra canciller a Hitler y le ordena formar gobierno.
El 27 de febrero de 1933, un incendio inexplicable arrasa el Reichstag, la sede del parlamento alemán. A raíz del mismo, Hitler declara el estado de excepción. Pronto surge desde el partido nazi la acusación de que los comunistas son los instigadores de la quema, y Hitler logra que un Hindenburg ya muy mermado de salud firme el Decreto del Incendio del Reichstag, aboliendo tanto al partido comunista como a cualquier organización afín al mismo.
Con sus principales enemigos políticos ilegalizados, Hitler procede a convocar las novenas elecciones federales alemanas el 5 de marzo de 1933, logrando esta vez un 43,9% de votos y pasando a gobernar, en coalición con el DNVP, en mayoría absoluta. Una vez conseguido el poder político, para lograr el apoyo de la cúpula del ejército (Reichswehr), Hitler ordena asesinar a los dirigentes de las SA, en la llamada noche de los cuchillos largos, la noche del 30 de junio al 1 de julio de 1934.
Benito Mussolini (izquierda) y Adolf Hitler (derecha), líderes de la Italia fascista y de la Alemania nazi respectivamente.
Hitler restauró en Alemania el servicio militar generalizado que había sido prohibido por el Tratado de Versalles, remilitarizó la Renania en 1936 y puso en práctica una política extranjera agresiva, el pangermanismo, inspirada en la búsqueda del Lebensraum, destinada a reagrupar en el seno de un mismo estado a la población germana de Europa central, comenzando por Austria (Anschluss) en marzo de 1938.
El principal objetivo declarado de la política exterior alemana de la época inmediatamente anterior a la guerra era, por una parte, la recuperación de esos territorios, así como del Corredor polaco y la Ciudad libre de Dánzig, en los antiguos territorios de Prusia perdidos por Alemania después de 1918. Esas reclamaciones territoriales constantes constituían elementos importantes de inestabilidad internacional, pues Berlín reivindicaba abiertamente su restitución, de forma cada vez más agresiva, con la intención de reconstruir la Gran Alemania Großdeutschland.
El apoyo al levantamiento militar del General Francisco Franco en España por parte de Italia y Alemania con tropas y armamento desafió abiertamente al acuerdo de no-intervención en el conflicto civil (Guerra Civil Española) de las naciones extranjeras. Hitler había firmado ya el Pacto de Acero con Mussolini, el único de los dirigentes europeos con un ideario similar. El apoyo a las fuerzas franquistas fue un intento de establecer un Estado fascista controlando el acceso al Mediterráneo con vistas a una futura guerra europea, algo que sólo funcionó a medias.
El oeste de Checoslovaquia (la región conocida como los Sudetes) era el hogar de una gran cantidad de población de ascendencia germana, cuyos derechos, según el gobierno alemán, estaban siendo infringidos. La anexión de los Sudetes fue aceptada en los Acuerdos de Múnich en septiembre de 1938 tras una conferencia tripartita entre Alemania, Francia y Gran Bretaña, donde el francés Édouard Daladier y el primer ministro británico Neville Chamberlain, siguiendo una Política de apaciguamiento, confiaron en que sería la última reivindicación de la Alemania nazi. Hitler había transmitido personalmente esa idea a Chamberlain, tras entregarle un conjunto de informes con supuestas atrocidades cometidas contra habitantes alemanes en los Sudetes. La postura inglesa y francesa se debía en gran parte a la reticencia de sus poblaciones a verse envueltos de nuevo en una guerra a escala mundial, así como al convencimiento (sobre todo por parte de ciertos sectores de la sociedad inglesa) de que realmente el Tratado de Versalles había sido excesivo.
Sin embargo, en marzo de 1939 los ejércitos de Alemania entraron en Praga tomando el control de los territorios checos restantes. Al día siguiente, Hitler, desde el Castillo de Praga, proclamó el establecimiento del Protectorado de Bohemia y Moravia, a la vez que propició la aparición del Estado títere de Eslovaquia. También se apoderó del territorio de Memel, perteneciente a Lituania.
El fracaso del apaciguamiento demostró a las potencias occidentales que no era posible confiar en los tratados que pudieran firmarse con Hitler, así como que sus aspiraciones expansionistas no podían seguir siendo toleradas. Polonia rechaza ceder Dantzig a Alemania y firma con Francia un acuerdo de mutua defensa el 19 de mayo de 1939 y en agosto también lo suscribió con Gran Bretaña.
Por su parte, Alemania y la URSS firmaron el 23 de agosto del mismo año el Pacto Ribbentrop-Mólotov, que incluía un protocolo secreto por el que ambas potencias se dividían Europa central en esferas de influencia, incluyendo la ocupación militar. El tratado establecía el comercio e intercambio de petróleo y comida de la URSS a Alemania, reduciendo así el efecto de un futuro bloqueo por parte de Gran Bretaña como el que casi había ahogado a Alemania en la Primera Guerra Mundial. Hitler pasó entonces a centrarse en la preparación del futuro conflicto con los Aliados cuando, como pretendía, invadiera Polonia con el fin de incorporarla a Alemania. La ratificación del tratado de defensa entre Polonia y el Reino Unido no alteró sus planes.
Cartel propagandístico ensalzando la figura de Benito Mussolini.
Benito Mussolini se había convertido en líder indiscutido de Italia durante ese mismo período de entreguerras. Expulsado del Partido Socialista Italiano por apoyar la participación de Italia en la Primera Guerra Mundial, en 1919 fundó los Fasci italiani di combattimento, grupo militar integrado por excombatientes, que reprimían a los movimientos denominados obreros y al partido socialista; era por tanto análogo a los Freikorps alemanes tanto en ideario como en actuación. El fascismo creado por Mussolini defendía un régimen militarista, autoritario, nacionalista, que centralizara el poder en una persona y un movimiento (Partido Nacional Fascista en el caso italiano) y contrario a las instituciones democráticas. Los fascistas tomaron como emblema el fascio, antiguo símbolo de poder entre los romanos, consistente en un haz de varas con un hacha en el centro.
En estos años los movimientos obrero y campesino se manifestaron de manera más radical al tomar las fábricas y las tierras bajo su control, en un intento por imitar la Revolución Rusa. Los industriales y terratenientes, asustados por esta amenaza a sus intereses, apoyaron económicamente a los Fasci di combattimento. En septiembre de 1922 los camisas negras, como también eran conocidos los fascistas, organizaron una marcha sobre Roma, para presionar al gobierno por la incapacidad de resolver la situación económica. En respuesta, Víctor Manuel III nombró a Mussolini primer ministro. Este empezó a autodenominarse Duce ('Caudillo'), y estableció un gobierno totalitario. Creó el Gran Consejo Fascista que controló el Parlamento. Persiguió a los sindicatos, al Partido Socialista, prensa contraria a su gobierno, y a la Iglesia. Suprimió las libertades individuales y el derecho de huelga. Controló los medios de comunicación y solo permitió propaganda que exaltara el nacionalismo y el fascismo. También introdujo el militarismo en el sistema educativo italiano.
Del mismo modo que Hitler en Alemania, Mussolini defendía el derecho de Italia a la expansión territorial, de grado o por fuerza. Mussolini comenzó una gran campaña expansionista conocida como el colonialismo italiano. Estableció colonias en Somalia, Eritrea y Libia, y conquistó por la fuerza Abisinia y Albania, ignorando las protestas de la Sociedad de Naciones.

Período de entreguerras




Se conoce como período de entreguerras o Interbellum a la denominación que ha recibido el periodo histórico del siglo XX que va desde 1918 a 1939. Cronológicamente, se puede establecer desde el final de la Primera Guerra Mundial el 11 de noviembre de 1918 y el inicio de la Segunda Guerra Mundial el 1 de septiembre de 1939.
Políticamente, este periodo se vio caracterizado por la crisis de las democracias liberales, el ascenso de los fascismos y los regímenes autoritarios, así como el auge de los movimientos obreros de inspiración socialista o comunista que se inspiraban en el triunfo bolchevique de la Revolución Rusa. Económicamente, vio la recuperación de la Gran Guerra y una etapa de euforia económica durante los años 20 que se vería truncada por el Crack del 29 y una profunda crisis que marcó los años 30. Tradicionalmente, la historiografía ha señalado esta época como el preludio que acabaría desembocando en la Segunda Guerra Mundial.

Europa:

La nueva configuración del mundo tras el final de la Primera Guerra Mundial fue decidida por las potencias aliadas durante la Conferencia de Paz de París de 1919, y que marcaría el comienzo de esta época.1 2 3 aunque los que realmente dirigieron las negociaciones fueron los tres primeros.4 Sin embargo, el final de la guerra no supuso ni mucho menos el comienzo de un periodo estable o pacífico: en el caso de Europa, la situación político-social se vio inmediatamente agitada por hechos como la Revolución de Noviembre de 1918 en Alemania, la Revolución húngara de 1919 o la Guerra de Independencia turca (1919-1923). Estos sucesos no hicieron sino confirmar el fracaso de la pretendida intención de instaurar un periodo de paz y estabilidad tras la Gran Guerra, aunque la creación de la Sociedad de Naciones iba encaminada a evitar el estallido de nuevos conflictos.
No menos importante fue el establecimiento en el territorio del Imperio ruso del primer estado socialista de la historia. Al comienzo del periodo se produjo la victoria de los bolcheviques en la Guerra Civil Rusa y el asentamiento definitivo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Su victoria, sin embargo, provocó que las potencias occidentales y los vecinos de la URSS establecieran el conocido como "Cordón sanitario", para aislar a Europa y al mundo capitalista del nuevo estado comunista.5 6 La temprana muerte de Vladímir Ilich Lenin dejaría el poder del país en manos de Iósif Stalin, que se convertiría en uno de los más importantes líderes a nivel global.7 A pesar de los temores de las potencias occidentales por el contagio revolucionario, Stalin, a diferencia de Lenin y Trotsky, se opuso a la revolución mundial y fue más partidario de la teoría del socialismo en un solo país que consolidaría el sistema soviético.
Benito Mussolini dando un discurso en Milán, en mayo de 1930.
El establecimiento del fascismo en Italia (1923) bajo la dictadura de Benito Mussolini solo iba a marcar el comienzo de un fenómeno, el de los fascismos, que se iba extender por Europa a lo largo de los siguientes años.8 9 Como consecuencia del Crack del 29, la crisis económica que afectaba al mundo occidental aumentó aún más la popularidad de estos movimientos, que después de esa fecha comenzaron a crecer en apoyo popular y poder político. En 1933 el líder del Partido nazi alemán, Adolf Hitler, se hacía con el poder en Alemania y con ello marcaba el comienzo de una espiral que acabaría desembocando en la Segunda Guerra Mundial. En otros estados, como Polonia, Yugoslavia, Hungría, Bulgaria, Grecia y los Estados Bálticos, también se instauraron distintos regímenes autoritarios con desigual apoyo por parte de grupos sociales, sectores religiosos y el ejército. El triunfo de los fascismos se vio eclipsado por la crisis de las democracias liberales y el temor de las clases medias a los movimientos obreros (comunistas, socialistas y anarquistas) que pudieran desembocar en una revolución. En algunos países, el revisionismo hacia los tratados de paz posteriores a la Primera Guerra Mundial (Alemania, Italia o Hungría) también contribuyó al apoyo de estos movimientos.
En general, fueron dos décadas marcadas por el cambio radical de la relación entre las fuerzas internacionales, los avances técnicos y por el marcado contraste entre un enorme desarrollo del capitalismo en los años 1920 y su mayor crisis económica en los años 1930. En la primera etapa los estados occidentales, a cuyo liderazgo ya se situaba Estados Unidos, vivieron momentos de gran desarrollo económico. La bonanza de este periodo es conocida como los felices años veinte y terminaría abruptamente con el Crack del 29, que daría paso a un periodo de crisis económica generalizada hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial en 1939. Se ha visto a esta depresión como una de las principales causas de la crisis de las democracias liberales, así como del ascenso de los fascismos y los movimientos obreros.

España :
                                                                                                                                                      EnEspaña el periodo de entreguerras se vio caracterizado por la crisis de la monarquía de Alfonso XIII y la instauración en 1923 de la Dictadura de Primo de Rivera, que contó con el apoyo de algunos sectores (burguesía catalana, ejército) y la indiferencia de buena parte de la población. Su éxito en la Guerra del Rif supuso una inyección de apoyo a mediados de los años 20, pero la crisis económica de 1929 y el descrédito de la Dictadura acabaron provocando su caída a comienzos de 1930. Su final también supuso que la institución monárquica se viera arrastrada en su caída, algo que se puso de manifiesto en las Elecciones municipales del 12 de abril de 1931|elecciones municipales de 1931]] y la espontánea Proclamación de la Segunda República Española.10
A pesar de la acogida popular, la nueva república se vio afectada por la inestabilidad político-social y la herencia de la crisis económica, y por graves sucesos como la Revolución de Asturias de 193411 y el fallido golpe de Estado de 1932.12 En 1936, el fracaso de un nuevo golpe de Estado acabó desembocando en una guerra civil que desgarró al país durante los siguientes tres años y terminó con la instauración de una dictadura fascista bajo el control de Francisco Franco.

América:

Madre migrante, foto de Dorothea Lange, fotografía icono de la Gran Depresión.
En el continente americano, el periodo también se vio caracterizado por la económica de los años 20. Sin embargo, el crack de 1929 provocó la crisis y el estancamiento de las economías de la zona, especialmente de las exportaciones de los países sudamericanos a EEUU y Europa.
Los Estados Unidos, cuya intervención en la Gran Guerra había sido decisiva, se volvieron otra vez hacia el aislacionismo. La anterior política exterior de Woodrow Wilson se volvió en su contra cuando el Congreso norteamericano votó en contra de la adhesión a la Sociedad de Naciones. Su política internacional se limitó a esporádicas intervenciones militares en los estados títere del Caribe (Guerras bananeras), como la intervención de los Marines en Nicaragua (1927-1934) para intentar capturar a Augusto César Sandino.13 Sin embargo, fue el indiscutible líder de desarrollo económico de los años 20.
El ambiente social norteamericano quedó muy bien reflejado en la novela de F. Scott Fitzgerald, El gran Gatsby. Esta bonanza se iría al traste con el Crack de la Bolsa de Nueva York en 1929 y el periodo de crisis económica que le siguió, la Gran Depresión. Los años 30 destacarían por la llegada al gobierno de Franklin D. Roosevelt, y sus políticas del New Deal antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.14
México, que en 1920 todavía se encontraba en los últimos coletazos de la Revolución mexicana, vio asentada finalmente su situación socio-política y su Constitución de 1917. A finales de la década de 1920, sin embargo, el país se volvió a ver sacudido de nuevo por la violencia de la llamada Guerra Cristera, nombre que ha recibido la resistencia armada de los sectores católicos más intransigentes a la aplicación de la legislación y las políticas públicas orientadas a restringir la participación de la Iglesia católica tanto en la vida pública como en los bienes de la nación. La violencia durante este conflicto fue tal que algunos autores cifran en 250 000 el número total de muertos antes de que se alcanzara un convenio de paz en 1929.15
Los años 30 verían la llegada del Partido Nacional Revolucionario, PNR, (antecedente del Partido Revolucionario Institucional, PRI), y las reformas sociales de los gobiernos de Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas del Río. Una de las reformas más destacadas sería la Expropiación petrolera llevada a cabo durante el gobierno de Lázaro Cárdenas.16
Entre 1932 y 1935 tuvo lugar la llamada Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, iniciada por disputas fronterizas y a propósito del control del Chaco Boreal entre ambos países. Entre 1932 y 1933 tuvo también lugar la Guerra colombo-peruana entre Colombia y Perú, iniciada por disputas fronterizas y por el control de la ciudad portuaria de Leticia y el cauce de los ríos Putumayo y Amazonas. A excepción de las intervenciones militares norteamericanas, la del Chaco y la colombo-peruana constituyeron las únicas guerras abiertas entre dos países americanos durante este periodo.

Revolución rusa



El término Revolución rusa agrupa a todos los sucesos que condujeron al derrocamiento del régimen zarista y a la instauración preparada de otro, leninista, a continuación, entre febrero y octubre de 1917. En gran medida inducida por la Primera Guerra Mundial,1 la Revolución rusa fue un acontecimiento decisivo y fundador del "corto siglo XX"2 abierto por el estallido del macroconflicto europeo en 1914 y cerrado en 1991 con la disolución de la Unión Soviética. Objeto de simpatías y de inmensas esperanzas por unos (Jules Romains la describió como "la gran luz en el Este" y François Furet como "el encanto universal de octubre"), también ha sido objeto de severas críticas, de miedos y de odios viscerales.3 Sigue siendo uno de los acontecimientos más estudiados y más apasionadamente discutidos de la historia contemporánea.
Previamente a 1917, el antiguo Imperio ruso se regía bajo un régimen zarista, autocrático y represivo desde hacía tres siglos cuando, en 1613, se instauró en el país la Dinastía Románov.
La abolición de la servidumbre promulgada en 1861 por parte del zar Alejandro II fue la primera muestra de las fisuras del antiguo sistema feudal. Una vez liberados, los antiguos siervos se desplazaron a las ciudades, convirtiéndose así en mano de obra industrial.
A comienzos del siglo XX, el desarrollo de la industria rusa era cada vez mayor, favoreciendo el crecimiento de las ciudades y una creciente efervescencia cultural: el antiguo orden social se tambaleaba, agravando las dificultades de los más pobres. Las industrias florecían, y la creciente clase obrera se aglutinaba principalmente en las ciudades pero la prosperidad del país no había tenido beneficio alguno para la población.
La economía en su conjunto seguía siendo arcaica.4 El valor de la producción industrial en 1913 era dos veces y media menor que el de Francia, seis veces menor que el de Alemania y catorce veces menor que el de Estados Unidos.5 La producción agrícola continuaba siendo deficiente y la falta de transportes paralizaba cualquier intento de modernización económica.6 El PIB per cápita en aquella época era inferior al de Hungría o al de España y aproximadamente suponía una cuarta parte del de Estados Unidos.7 Además, el país estaba dominado sobre todo por capital extranjero, poseyendo este casi la mitad de las acciones rusas.8 El proceso de industrialización fue violento y mal aceptado por los campesinos que habían sido bruscamente proletarizados. La clase obrera naciente, aunque numéricamente pequeña, se concentraba en las grandes zonas industriales, lo que facilitó la creciente conciencia revolucionaria.9
El Imperio Ruso seguía siendo un país esencialmente rural (el 85 % de la población vivía en zonas rurales). Si bien una parte de los campesinos, los kuláks, se había enriquecido y constituido una especie de clase media rural con el apoyo del régimen; el número de campesinos sin tierra había aumentando, creando así un auténtico proletariado rural receptivo a ideas revolucionarias. Incluso después de 1905, un diputado de la Duma señaló que en muchos pueblos, la presencia de chinches y cucarachas en los hogares se percibía como signo de riqueza.10


San Petersburgo, capital del Imperio ruso en aquella época y cuna de las tres revoluciones.
Tras la escolarización llevada a cabo unos años antes, algunos obreros habían sido conquistados por los ideales marxistas y otros pensamientos revolucionarios. Sin embargo, el poder zarista se mostró inmóvil. En los siglos XIX y XX, varios movimientos organizados por miembros de todas las clases sociales (estudiantes u obreros, campesinos o nobles) trataron de derrocar al gobierno sin éxito. Algunos, recurrieron al terrorismo y a los atentados políticos, convirtiéndose los movimientos revolucionarios en objeto de dura represión llevada a cabo por la todopoderosa Ojrana, la policía secreta del zar. Muchos revolucionarios fueron encarcelados o deportados, mientras que otros lograron escapar y unirse a las filas de los exiliados. Desde esta perspectiva, la Revolución de 1917 es la culminación de una larga sucesión de pequeñas revueltas. Las reformas necesarias, que ni las insurrecciones campesinas, los atentados políticos y la actividad parlamentaria de la Duma habían logrado, desembocaron en una revolución impulsada por el proletariado.
En 1905, tuvo lugar una primera revolución tras la derrota rusa ante Japón en la guerra Ruso-Japonesa. El 22 de enero, se convocó una manifestación en San Petersburgo para exigir reformas al zar Nicolás II, siendo esta duramente reprimida, en lo que se conoce como el Domingo Sangriento. Se trató de un intento del pueblo ruso de liberarse de su zar y se caracterizó por los levantamientos y la huelga por parte de los trabajadores y los campesinos. Estos formaron los primeros órganos de poder independientes de la tutela del Estado: los sóviets.

Frente occidental



El 4 agosto de 1914, el ejército alemán abrió el frente occidental invadiendo Bélgica y Luxemburgo, con un ataque a la ciudad de Lieja, y luego obteniendo el control militar de regiones industriales importantes del este de Francia, derrotando al ejército francés en la batalla de Lorena, la batalla de Charleroi (21 de agosto) y en la batalla de Maubeuge una semana más tarde. La fuerza del avance fue contenida drásticamente con la primera batalla del Marne en septiembre de 1914, donde enfrentaron al Cuerpo Británico compuesto por 5 divisiones experimentadas y las tropas de reserva francesas. Los taxis de París ayudaron a trasladar a los efectivos ingleses al frente. El equilibrio de fuerzas y las nuevas armas facilitaron la defensa frente al ataque e impusieron la estabilización del frente. Ambos contendientes se atrincheraron en una línea sinuosa de posiciones fortificadas que se extendía desde el Mar del Norte hasta la frontera suiza con Francia. Esta línea permaneció sin cambios sustanciales durante casi toda la guerra.
Un asalto presentaba tal desventaja frente al adversario que los ataques aliados fueron infructuosos y Alemania pudo resistir a pesar de combatir en dos frentes. En estos ataques se recurrió a bombardeos masivos de artillería y al avance masivo de la infantería. Sin embargo, la combinación de las trincheras, los nidos de ametralladoras, el alambre de espino y la artillería infligían cuantiosas bajas a los atacantes y a los defensores en contraataque. Como resultado, no se conseguían avances significativos. Las condiciones sanitarias y humanas para los soldados eran muy crudas y las bajas elevadísimas.
Soldados británicos en las trincheras, durante la batalla del Somme, 1916.
En otoño de 1915 el general Joseph Joffre intentó una ofensiva, con apoyo inglés, que concluyó en un gigantesco fracaso. Después de este éxito defensivo, a finales de año, el general Von Falkenhayn, Jefe de Estado Mayor, propuso al Kaiser su proyecto de atacar Verdún. Plaza fuerte e impenetrable según la propaganda francesa, pero que estaba en posición delicada por no poseer un camino o vía férrea para su reavituallamiento. Los alemanes esperaban que su caída debilitaría la moral de los soldados franceses. El 21 de febrero de 1916, el ataque se inició con la artillería bombardeando violentamente las posiciones aliadas. Los alemanes avanzaron poco, pero las pérdidas francesas fueron enormes. El 25 de febrero, el general Langle de Cary decidió abandonar la ciudad, pero el mando francés no estaba dispuesto a perder Verdún y nombró en su lugar a Philippe Pétain, quien organizó una serie de violentos contraataques.
El 1 de julio, los británicos desataron una gran lucha paralela en la batalla del Somme, a fin de dividir las tropas alemanas y reducir la presión sobre Francia. Los alemanes retrocedieron escasos kilómetros, pero en orden. Al final, el frente casi no se modificó ni en Verdún ni en el Somme, pese a los centenares de miles de bajas.
En un esfuerzo por romper este callejón sin salida, este frente presenció la introducción de nuevas tecnologías militares, incluyendo el gas venenoso y los tanques. Pero sólo tras la adopción de mejoras tácticas se recuperó cierto grado de movilidad.
A pesar del estancamiento de este frente, este escenario resultó decisivo. El avance inexorable de los ejércitos aliados en 1918 convenció a los comandantes alemanes de que la derrota era inevitable, y el gobierno se vio obligado a negociar las condiciones de un armisticio.

Guerra de movimientos

En 1914, los europeos pensaban que la guerra sería corta. Pero los generales, que habían estudiado las guerras napoleónicas, estaban equivocados en su enfoque inicial del enfrentamiento, basado en el uso masivo de la infantería. Respondiendo a la enorme eficacia de las armas (fusiles, armas automáticas y artillería pesada), las fortificaciones fueron reforzadas. La caballería sería inútil como medio para romper el frente.
Al comienzo de la guerra los dos bandos trataron de obtener una victoria rápida mediante ofensivas fulminantes. Los franceses agruparon sus tropas en la frontera con Alemania, entre Nancy y Belfort, divididas en cinco ejércitos. Previendo un ataque frontal en Lorena, organizaron el Plan XVII. Los alemanes tenían un plan mucho más ambicioso. Contaban con la rapidez de un movimiento de contorno por Bélgica para sorprender a las tropas francesas y marchar hacia el este de París (Plan Schlieffen de 1905) y luego enfrentarse a las fuerzas enemigas y empujarlas hacia el Jura y Suiza. Tan sólo ubicaron 2/7 de sus tropas sobre la frontera para resistir el ataque frontal en Alsacia-Lorena.
El comienzo del plan trascurrió perfectamente para el Reich. Sus tropas avanzaron sobre Bélgica el 4 de agosto, lo cual provocó la intervención inglesa. Posteriormente derrotaron al ejército francés en diversas batallas. Los franceses lanzaron simultáneamente el Plan XVII, pero resultó un fracaso debido a las armas automáticas que frenaron cualquier asalto y a un repliegue prematuro de las tropas hacia sus líneas. Semanas después los alemanes estaban ya ubicados en el río Marne, donde chocaron con el Cuerpo Británico y el ejército francés, quienes frenaron el avance imperial. La derrota germana frustró el plan original y acabó con las expectativas de una conflagración breve, marcando el abandono definitivo de los planes anteriores a la guerra. En ese momento comenzó la «carrera hacia el mar»: los dos ejércitos marcharon hacia el Mar del Norte; ataques y contra-ataques se sucedieron. La contienda se desarrollaría en territorio francés y belga. Las tropas británicas no tardaron en intervenir en mayor número, junto a los restos del ejército belga.
Mientras tanto, Austria-Hungría fracasó en su intento de tomar Belgrado, lo cual lograría después con ayuda alemana, en agosto del 1915. Rusia invadió Prusia Oriental, pero los generales de estado mayor prusianos Hindenburg y Ludendorff los batirán contundentemente en Tannenberg.
En el curso de 1915, dos nuevos países entraron en la guerra: Italia del lado de los Aliados y Bulgaria al lado de las potencias centrales, que con este apoyo derrotan y ocupan a Serbia. Desde el comienzo de la guerra, el Vaticano y Suiza intentaron infructuosamente sondeos por la paz.

Primera Guerra Mundial

La Primera Guerra Mundial (también llamada la Gran Guerra) fue un conflicto bélico mundial iniciado el 28 de julio de 1914 y finalizado el 11 de noviembre de 1918. Involucró a todas las grandes potencias del mundo, que se alinearon en dos bandos enfrentados: por un lado, los Aliados de la Triple Entente, y por otro, las Potencias Centrales de la Triple Alianza.
En el transcurso del conflicto fueron movilizados más de 70 millones de militares, incluidos 60 millones de europeos,2 lo que lo convierte en una de las mayores guerras de la Historia. Murieron más de 9 millones de combatientes,3 muchos a causa de los avances tecnológicos de la industria armamentística, que hizo estragos contra una infantería que fue usada de forma masiva y temeraria.
El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del trono del Imperio austro-húngaro, el 28 de junio de 1914 en Sarajevo, fue el detonante inmediato de la guerra, pero las causas subyacentes jugaron un papel decisivo, esencialmente el imperialismo de las políticas exteriores de grandes potencias europeas como el Imperio alemán, el Imperio austro-húngaro, el Imperio otomano, el Imperio ruso, el Imperio británico, Francia e Italia. El asesinato de Francisco Fernando por el nacionalista serbobosnio Gavrilo Princip dio como resultado un ultimátum de los Habsburgo al reino de Serbia. Las potencias europeas invocaron diversas alianzas formadas años y décadas atrás, por lo que sólo unas semanas después del magnicidio las grandes potencias estaban en guerra. A través de sus colonias, el conflicto pronto se extendió por el mundo.
El 28 de julio, el conflicto dio comienzo con la invasión de Serbia por Austria-Hungría, seguida de la invasión de Bélgica, Luxemburgo y Francia por el Imperio alemán, y el ataque de Rusia contra Alemania. Tras ser frenado el avance alemán en dirección a París, el Frente Occidental se estabilizó en una guerra estática de desgaste basada en una extensa red de trincheras que apenas sufrió variaciones significativas hasta 1917. En el frente oriental, el ejército ruso luchó satisfactoriamente contra Austria-Hungría, pero fue obligado a retirarse por el ejército alemán. Se abrieron frentes adicionales tras la entrada en la guerra del Imperio otomano en 1914: Italia y Bulgaria en 1915 y Rumanía en 1916. El Imperio ruso colapsó en 1917 debido a la Revolución de Octubre, tras lo cual dejó la guerra. Después de una ofensiva alemana a lo largo del Frente Occidental en 1918, las fuerzas de los Estados Unidos se unieron a los Aliados de la Triple Entente, que hicieron retroceder al ejército alemán en una serie de exitosas ofensivas. Tras la Revolución de Noviembre de 1918 que forzó la abdicación del Káiser, Alemania aceptó el armisticio el 11 del mismo mes.
Al final de la guerra cuatro potencias imperiales, los imperios Alemán, Ruso, Austro-Húngaro y Otomano, habían sido derrotados militar y políticamente y desaparecieron. Los imperios alemán y ruso perdieron una gran cantidad de territorios, mientras que el austro-húngaro y el otomano fueron completamente disueltos. El mapa de Europa Central fue redibujado con nuevos y pequeños estados y se creó la Sociedad de Naciones con la esperanza de prevenir otro conflicto similar. Los nacionalismos europeos, espoleados por la guerra y la disolución de los imperios, las repercusiones de la derrota alemana y los problemas generados por el Tratado de Versalles se consideran generalmente como factores del comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
A finales del siglo XIX, el Reino Unido dominaba el mundo tecnológico, financiero, económico y sobre todo político. Alemania y Estados Unidos le disputaban el predominio industrial y comercial. Durante la segunda mitad del siglo XIX y los inicios del siglo XX se produjo el reparto de África (a excepción de Liberia y Etiopía) y Asia Meridional, así como el gradual aumento de la presencia europea en China, un estado que para entonces se hallaba en franca decadencia.
Reino Unido y Francia, las dos principales potencias coloniales, se enfrentaron en 1898 y 1899 en el denominado incidente de Faschoda, en Sudán, pero el rápido ascenso del Imperio alemán hizo que los dos países se unieran a través de la Entente cordiale. Alemania, que solamente poseía colonias en Camerún, Namibia, África Oriental, algunas islas del Pacífico (Islas Salomón) y enclaves comerciales en China, empezó a pretender más a medida que aumentaba su poderío militar y económico posterior a su unificación en 1871. Una desacertada diplomacia fue aislando al Reich, que sólo podía contar con la alianza incondicional del Imperio austrohúngaro. Por su parte, el Imperio ruso y, en menor medida, los Estados Unidos controlaban vastos territorios, unidos por largas líneas férreas (Transiberiano y ferrocarril Atlántico-Pacífico, respectivamente).
Francia deseaba la revancha de la derrota sufrida frente a Prusia en la Guerra Franco-prusiana de 1870-1871. Mientras París estaba asediada, los príncipes alemanes habían proclamado el Imperio (el llamado Segundo Reich) en el Palacio de Versalles, lo que significó una ofensa para los franceses. La III República perdió Alsacia y Lorena, que pasaron a ser parte del nuevo Reich germánico. Su recuperación era ansiada por el presidente francés, Poincaré, lorenés.4 En general, las generaciones francesas de finales del siglo XIX y, sobre todo, los estamentos militares, crecieron con la idea de vengar la afrenta recuperando esos territorios. En 1914 sólo hubo un 1 % de desertores en el ejército francés, en comparación con el 30 % de 1870.
Mientras tanto, los países de los Balcanes liberados del Imperio otomano (el «enfermo de Europa») fueron objeto de rivalidad entre las grandes potencias. Turquía, que se hundía lentamente, no poseía en Europa —hacia 1914— más que Estambul, la antigua Constantinopla. Todos los jóvenes países nacidos de su descomposición (Grecia, Bulgaria, Rumanía, Serbia, Montenegro y Albania) buscaron expandirse a costa de sus vecinos, lo que llevó a dos conflictos entre 1910 y 1913, conocidos como Guerras Balcánicas.
Impulsados por esta situación, los dos enemigos seculares del Imperio otomano continuaron su política tradicional de avanzar hacia Estambul y los estrechos. El Imperio austrohúngaro deseaba proseguir su expansión en el valle del Danubio hasta el mar Negro, sometiendo a los pueblos eslavos. El Imperio ruso, que estaba ligado histórica y culturalmente a los eslavos de los Balcanes, de confesión ortodoxa —ya les había brindado su apoyo en el pasado— contaba con ellos como aliados naturales en su política de acceder a «puertos de aguas calientes».
Como resultado de estas tensiones, se crearon vastos sistemas de alianzas a partir de 1882:
La Triple Entente: Francia, Reino Unido y Rusia.
La Triple Alianza: Alemania, Austria-Hungría e Italia.
A este período se le conoce como Paz armada, ya que Europa estaba destinando cuantiosas cantidades de recursos en armamentos5 y, sin embargo, no había guerra, aunque se sabía que ésta era inminente.
El evento detonante del conflicto fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa, Sofía Chotek, en Sarajevo el 28 de junio de 1914 a manos del joven estudiante nacionalista serbio Gavrilo Princip, miembro del grupo serbio "Joven Bosnia", ligado al grupo nacionalista Mano Negra, que apoyaba la unificación de Bosnia con Serbia. Francisco Fernando era el heredero de la corona austro-húngara después de la muerte de su primo, Rodolfo de Habsburgo (en 1889) y de su padre Carlos Luis de Austria (en 1896). Su asesinato precipitó la declaración de guerra de Austria contra Serbia que desencadenó la Primera Guerra Mundial.
Alianzas militares europeas en 1914.
El Imperio austrohúngaro exigió, con el apoyo del Imperio alemán, investigar el crimen en territorio serbio, ya que consideraba que la organización paneslavista Mano Negra tenía conexión con los servicios secretos de ese país. El Imperio Austrohúngaro dio un ultimátum el 7 de julio a Serbia, la que con apoyo ruso no aceptó todas las condiciones impuestas, en particular la participación de policías austríacos en investigaciones en territorio serbio.
Ante dicha negativa, el 28 de julio de 1914, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia. Acto seguido el 29 de julio Rusia ordenó la movilización general. En función de las alianzas militares, el 1 de agosto, Alemania le declaró la guerra a Rusia, al considerar la movilización como un acto de guerra contra Austria-Hungría. Ante esto, y en virtud, de la alianza militar franco-rusa de 1894 Francia tomó algunas medidas de precaución en sus fronteras. Alemania, al conocer la agitación que reinaba en Francia a causa del inesperado ataque contra Serbia y la movilización rusa le declaró la guerra a Francia el 3 de agosto.