La península de Anatolia, vía terrestre entre Asia y Europa, de la que la separa el estrecho del Bósforo y las numerosas islas del Egeo, con las que siempre mantuvo un continuo cultural (del que son muestra los aqueos y troyanos del mito homérico), estuvo en el corazón de las innovaciones de la Revolución Neolítica y la Revolución Urbana, desarrollando estados poderosos que entraron en relación y competencia con los mesopotámicos e incluso con Egipto. Hacia el norte, la costa del Mar Negro (el Ponto para griegos y romanos), acogía mitos como el del vellocino de oro que se hallaba en la Cólquide. La cordillera del Cáucaso la pone en contacto con las lejanas llanuras eurasiáticas.
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