Aparentemente, algunas ciudades de la Grecia independiente, como Atenas y Corinto, conservaban su autonomía, sus instituciones y sus tradiciones. Los problemas sociales que iban surgiendo, más el empobrecimiento paulatino hicieron que esta Grecia clásica, no perteneciente a los estados helenísticos, fuera sufriendo una crisis tras otra hasta la intervención de Roma.
En Atenas, perdido el espíritu democrático, se asistió a una disminución del comercio tras el fin de las cleruquías (reparto de tierras a ciudadanos pobres) y del puerto de El Pireo como escala estratégica de las rutas comerciales. La última crisis económica se dio a partir del saqueo de la ciudad por el ejército de Sila en el 86 a. C., que originó el descenso de los salarios, el abandono de los cultivos y las limitadas exportaciones de artículos como vino, aceite y algunos productos de lujo a precios muy bajos. Consecuencias lógicas de la situación fueron el empobrecimiento del pueblo y el descenso de la natalidad. Estas circunstancias favorecieron el mercenariado, el bandolerismo y la piratería como formas de subsistencia.
Sin embargo, subsistió un cierto aire intelectual con ayuda de las fiestas, sobre todo las dionisíacas y los Misterios eleusinos, durante las cuales se representaban comedias nuevas, y a las que acudían los reyes y gobernantes helenísticos de Asia y Egipto. Las escuelas filosóficas tampoco perdieron su atractivo y siguieron siendo las más brillantes del mundo conocido. En época romana, Atenas llegaría a ser el equivalente de una ciudad universitaria.
En Esparta hubo un resurgir de los tiempos arcaicos, un intento revolucionario para comenzar de nuevo un Estado, movimiento encabezado por los reyes Agis IV y Cleómenes III. Se abolieron las deudas, se crearon nuevas clases de ciudadanos, se repartieron tierras y se organizó una nueva milicia que obtuvo algunos éxitos hasta que fueron vencidos en el 222 a. C. por la Liga Aquea. Cleómenes fue sucedido por el rey Nabis, que fue el último hasta la intervención de Roma.
Grecia insular[editar · editar código]
Las islas griegas mantuvieron una cierta prosperidad gracias a las importantes vías creadas para el intercambio entre Asia, Egipto y Occidente. Contaban sin embargo con la constante inseguridad provocada por los piratas de regiones como Iliria, Creta y Cilicia.
Respecto a Cos, su economía se basaba en la producción del vino, en la manufactura de cerámicas y en la fabricación de la bombicina,1 una seda especial que teñían de púrpura. En esta isla se encontraba una escuela de medicina reconocida en todos los estados helenísticos.
Rodas fue capaz de mantener en pleno período helenístico su estatus de polis. Se consideraba como una república de comerciantes que se comportaban con inteligencia con aquellos extranjeros que ayudasen a aumentar su posición económica. Los tres puertos de Rodas, construidos con grandes diques y buenos arsenales, y situados estratégicamente frente a Alejandría y la costa egea asiática, desarrollaron el papel antaño desempeñara El Pireo. La república rodia poseía además una importante marina de guerra que sabía mantener firmes a los piratas, y se regía por la llamada Lex Rhodia (ordenación helenística del comercio mediterráneo), convirtiéndose así en un enclave vital para el resto de las ciudades mediterráneas.
En el plano cultural, resplandecieron en Rodas las artes y las ciencias. Se organizó un gran foco cultural donde acudían sobre todo jóvenes discípulos romanos de la aristocracia. Tuvo grandes maestros de retórica, empezando por Esquines (orador enemigo de Demóstenes), de ciencias como Posidonio de Apamea y muy buenos escultores que crearon escuela. Se considera que el Laoconte es la obra maestra de estos tiempos, realizada en talleres rodios, si bien hay autores que la creen originaria de Pérgamo.
En cuanto a Delos, obtuvo su independencia en el 314 a. C. de Atenas, siendo gobernada mediante una constitución democrática. No obstante, en el año 166 a. C. la intervención de Roma devolvió la isla a manos de Atenas, quien la convirtió en una cleruquía. A partir de este momento su prosperidad fue en aumento, siendo declarada puerto franco, al cual llegaban mercancías de todas partes, a través de Alejandría y de los puertos sirios y fenicios.
Delos contaba además con enormes riquezas guardadas en sus templos, razón por la que pronto los sacerdotes se convirtieron en verdaderos banqueros, conocedores de elaboradas técnicas económicas. Adoptaron como una de las principales actividades el cambio y las tasas de interés, generalmente al 10 por ciento. El empleo de la letra de cambio, el cheque y las transferencias fue práctica habitual. Otra fuente de ingresos fue el gigantesco mercado de esclavos, en el cual podían llegar a venderse 10 000 por día, tal como menciona Estrabón.
Al amparo de esta prosperidad y grandeza, la población cambió radicalmente: todos los nativos fueron deportados a Acaya, quedando en su lugar los colonos de Atenas, los del Mediterráneo, itálicos, orientales, comerciantes y banqueros de todo el mundo conocido. Todos ellos formaban grupos bien diferenciados en cuanto a costumbres y religión, pero mantenían entre sí buenas relaciones. Se trataba de una burguesía mercantil, cuyas casas estaban decoradas lujosamente y donde podía contemplarse el arte helenístico en todo su apogeo. Tal prosperidad se alargó hasta el siglo I de nuestra era, hasta los saqueos y masacres cometidas por Menofaneses, general de Mitídrates IV de Partia, quien ordenó a sus soldados que mataran a todos los griegos, sin que importase su edad. Los habitantes que no eran griegos abandonaron la isla, dejándola desierta, lo que aceleró su ruina.
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