jueves, 24 de octubre de 2013

Historiografía romana

Por Historiografía romana se entiende aquella realizada desde la República romana hasta la decadencia final del Imperio romano. La historiografía romana fue muy influenciada por la griega, especialmente por Polibio, historiador griego que vivió en Roma y escribió sobre su historia. En general, fue menos rigurosa y más moralizante que la historiografía griega. Se utilizaron fuentes orales y escritas, pero a diferencia de la griega, estas últimas tuvieron mayor importancia por la gran cantidad de documentos antiguos (archivos sacerdotales, documentos oficiales como leyes y listas de magistrados, arhivos familiares y laudationes fúnebres). Algunos autores fueron Tito Livio, Suetonio o Tácito.
Los primeros historiadores fueron los analistas, relatos de acontecimientos ordenados cronológicamente y escritos en griego. Los analistas no establecían relaciones de causa y efecto, mezclando la fábula y relatos prodigiosos con los hechos. Escribían, por otro lado, desde un punto de vista aristocrático y nacionalista. Catón supuso una evolución respecto a los analistas. Escribió Orígenes en siete libros. Ya escribe en latín y las ciudades de Italia y el pueblo romano se convierten en los protagonista de su historia.
La influencia de la historiografía griega, consecuencia de la fuerte helenización cultural que experimenta Roma a partir del siglo II a. C., se evidencia en autores como Polibio (200-118 a. C.) o Plutarco (45-123 d. C.), cuyas obras pretenden asentarse sobre tres puntos básicos: las pretensiones de instrucción moral, cívica y religiosa, su objetivo de "educación de gobernantes" y el entretenimiento intelectual (para clases pudientes e instruidas).
Por otro lado la historiografía romana está íntimamente ligada a la evolución política que lleva del colapso de la República a la instauración del Imperio, y a las propias nociones de ciudadanía y patriotismo generadas por el Estado romano. Así Julio César (100-44 a. C.) es un apologeta de sus éxitos y de la expansión imperial, Cayo Salustio (87-35 a. C.) es un político turbio que no parece el mejor referente moral, Tito Livio (59 a. C.-17 d. C.) es el gran defensor intelectual de la obra de Augusto y Cornelio Tácito (58-120 d. C.) es un miembro del orden senatorial que no deja de mostrar en su obra rencor hacia los emperadores. Suetonio (70-140 d. C.), por su parte, desde su cargo de secretario ab epistulis (encargado de la correspondencia oficial del Gobierno) tiene acceso a importantes fuentes documentales, privilegiada situación que acaba cuando pierde la confianza del emperador Adriano y es expulsado de la Corte.

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