Las costumbres de la Antigua Roma son las rutinas diarias de los habitantes, las ciudades, los oficios, la economía, sus necesidades y sus benefícios.
Durante la época imperial, Roma fue la ciudad más poblada y espléndida del mundo. En Roma tenía lugar una animada vida social y comercial. Su prosperidad económica y el hecho de ser la capital política se conjugaron para que su planta urbana se llenara de bellas estatuas, imponentes edificios, y arcos y columnas conmemorativas de los triunfos militares.
Las residencias de los ciudadanos romanos dependían, como hoy, del grado de riqueza. Los Patricios y los ricos hombres de negocios (Caballeros) habitaban en villae, que tenían grandes jardines con fuentes, hermosas vistas y muy lujosas. Los principales modelos eran dos: insulae y domus.
La domus era de origen etrusco y de estructura rectangular, y se acabó convirtiendo por influencia griega en una vivienda amplia para gentes adineradas. Tenían un sólo piso, dividido en habitaciones designadas para un sólo uso: comedor, dormitorio, etc. Se entraba por el corredor vestibulum en su parte exterior y fauces en el interior hasta llegar al atrium, que era un patio que actuaba como núcleo central de la casa. Era muy amplio y luminoso, con una abertura en el techo llamada compluvium por donde entraba la luz, el aire y la lluvia, que correspondía a una pila rectangular llamada impluvium, destinada a recoger el agua de la lluvia. En el se hallaban el lararium (altar doméstico) y la caja de caudales familiar.
Tras el contacto con los griegos, se anexionó al domus el peristylum, rodeado de un pórtico, a veces con dos pisos, sostenido por columnas. El despacho del pater familias se llamaba tablinum e interconectaba el peristilium y el atrium. La cocina era muy pequeña, y generalmente próximos a ella estaban los retretes y el baño. Las habitaciones para dormir, separadas por cortinas se llamaban Cubícula; para comer, triclinium. Las dependencias del servicio no tenían un lugar fijo en la casa.
Los orígenes de las insulae están en la superpoblación, pues eran edificios de varios pisos con balcones. Parece ser que los edificios de cinco o seis pisos eran corrientes en Roma y Tertuliano menciona uno posiblemente mayor.1
Carecían de agua corriente, eran poco confortables y de mala calidad, lo que propiciaba los incendios y hundimientos. La frecuencia de los incendios por lámpara de aceite hacían relativamente baratos los pisos más altos, al ser los más difíciles de evacuar.
La mayoría eran de alquiler, y en ellas vivían las clases populares. Era tal la carencia de servicios que por la noche se tiraban por la ventana todo tipo de desechos.
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